Con una campaña tan corta la única referencia sólida para el electorado es el debate televisado entre los líderes de los cinco partidos nacionales. Hubo debate de portavoces con participación de catalanes y vascos que, a la postre, tuvieron un gran protagonismo por los desplantes. Ser maleducado o incívico es una conducta que no se admite a los políticos de los principales partidos, pero en el caso de los nacionalistas supone un mérito añadido. Del debate entre los cinco líderes hay que distinguir entre los aspectos puramente competitivos (quién ganó, quién perdió) y los relativos al curso que seguirá la política española. Este último asunto preocupa tras cuatro años de paralización institucional.
Uno a uno, todos los políticos reconocen que no se puede seguir así porque el coste de unas terceras elecciones para la democracia sería demoledor. Ahora bien, cuando hablan de ello en grupo no se atisban soluciones. Juntar en un plató a los cinco líderes no sirvió para arrojar luz sobre el desbloqueo institucional. Nadie se reconoce culpable de lo que ocurre, pasándole la responsabilidad a los rivales. Pedro Sánchez echa la culpa a Pablo Iglesias y, en menor medida, a Albert Rivera; el candidato de Unidas Podemos dice que toda la responsabilidad recae sobre el presidente en funciones. Pablo Casado y Albert Rivera se sienten exonerados de tan ingrata tarea, así que estamos como al principio. Lo más sintomático es que Pedro Sánchez haya propuesto que, en caso de disenso, se permitiera gobernar al partido que haya ganado las elecciones. Abascal votará ‘no’ ante una hipotética investidura del líder socialista. No se entiende para qué se afanan en comunicar lo que van a hacer contra el cambio climático o el desempleo si no están dispuestos a poner a nadie al frente del gobierno para que lo haga.
En el campo de la izquierda Pablo Iglesias expuso un programa clásico de izquierdas que incluye la creación de un potente operador público en el sector energético y la consabida subida de impuestos para los ricos. Pedro Sánchez orientó su discurso hacia otros caladeros, dispuesto a captar los votantes que dejan a Ciudadanos. En el otro campo, Abascal hizo como Anguita: todos en una orilla y él en la otra. Marcó territorio propio en su debut ante millones de espectadores. Casado se fajó con Sánchez. El PP es una opción al alza que se beneficia del desfondamiento de Ciudadanos. Pero quién sabe si estamos haciendo valoraciones ante otras elecciones malogradas.