Ante el 10 de noviembre, los partidos proponen una transición ecológica justa o gradual. Alguno vincula esa transición al abaratamiento del suministro eléctrico, siendo dos cosas distintas. En cualquier caso, están hablando de una transición justa con la mente puesta en la sustitución pausada de las centrales térmicas por energías renovables, cuando la evolución de los distintos recursos energéticos ha hecho que las térmicas se hayan convertido en un instrumento ruinoso. Las empresas eléctricas van a perder 1.000 millones de euros con las térmicas este año. Como las empresas no pueden permitirse bloqueos –para eso ya está el Congreso de los Diputados–, han empezado a cerrar centrales por vía acelerada. Endesa ha sentenciado sus cuatro centrales, pese a los 350 millones que había invertido en tareas de desnitrificación para prolongar su vida y se ha declarado más verde que Iberdrola, con un programa muy ambicioso de inversión en renovables (por encima de los 12.000 millones).

En cuanto a EdP, el operador eléctrico que tiene más intereses en Asturias, ha perdido con las térmicas 279 millones. No tiene sentido especular con el mantenimiento de las térmicas cuando los precios del gas y de las renovables las han dejado fuera del mercado. Solo toca ponerles punto final con dignidad. ¿Por qué los programas electorales no recogen estos hechos, en vez de dedicarse a prometer transiciones justas? Si ya no se extrae carbón, si las térmicas no producen electricidad y solo están pendientes de la orden de cierre, de qué demonios nos hablan. No quiero terminar sin destacar el dechado de imaginación de los programas electorales con la industria, cuando proponen como solución la firma de un gran pacto. ¿Otra concertación social?.