La mejor demostración de que las elecciones no han servido para nada es que el presidente Sánchez se apresta a negociar con Unidas Podemos y descarta cualquier acuerdo con el PP. Para respaldar al jefe, la vicepresidenta, Carmen Calvo, dio un argumento de peso: «El PP representa a la derecha y es nuestro adversario político». No era preciso convocar elecciones para negociar con Unidas Podemos, bastaba con haber descolgado el teléfono y llamar a Pablo Iglesias el pasado verano. A Sánchez le cegó la ambición y sometió a los españoles a una sobredosis de urnas porque los sondeos le otorgaban más de 140 escaños. Con el recuento de los votos las cosas se ponen peor de lo que estaban de cara a la investidura.
Entre los dos potenciales aliados (PSOE, Unidas Podemos) perdieron diez diputados, la derecha y los grupos independentistas crecieron, así que hay que recurrir a fórmulas alambicadas como meter en la misma suma los escaños del PNV y Ciudadanos, cuando son dos grupos que se detestan. Dentro de unos días se darán cuenta de lo difícil que será lograr que alguno de los tres partidos independentistas catalanes se abstenga. Con elecciones autonómicas a la vista, al Gobierno de España ni agua. Para complicarlo todo, Pablo Iglesias ya tiró de matemáticas y quiere que la composición del futuro gobierno de coalición responda a una proporcionalidad directa entre votos y ministerios. Como Unidas Podemos tuvo la mitad de votos que el PSOE, pretende que cada dos ministerios socialistas haya uno en manos de los morados. En definitiva, seis ministerios para Unidas Podemos. Siguiendo la pauta, si otros grupos se coaligan engordará el Ejecutivo. ¿Con estos mimbres se pretende gobernar cuatro años?
El PP está a la expectativa y en Vox reina la euforia. Ante las complicaciones que se avecinan el tiempo juega a su favor. Ciudadanos ha quedado huérfano con el adiós de Albert Rivera. Se despidió con mucha dignidad, la que no han tenido otros candidatos que fueron repetidamente derrotados y se pegaron al escaño como lapas. El batacazo fue estruendoso, pero también supo levantar un gran partido de un minúsculo grupo catalán. La marcha de Rivera llena de gozo a los nacionalistas: unos (catalanes) porque lo sufrieron como competidor, y otros (PNV) porque quería modificar el cupo vasco. Por Asturias, a Mercedes Fernández todavía no se le ha quitado la cara de susto. Estuvo a 103 votos de no sacar escaño. En Gijón y en Oviedo tuvo más votos García Cañal. El PP es una piña.