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Juan Neira

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ES MEJOR PERDER EL AVIÓN

El resultado de las elecciones generales –domingo de noche– y el preacuerdo de las fuerzas de izquierda –martes a mediodía– se han sucedido en tan escaso lapso de tiempo que se confunden entre sí, cuando cada uno tiene su propia lectura. La dificultad para verlos por separado hace que la pérdida de escaños del PSOE y Unidas Podemos quede oculta bajo el abrazo que le dio Pablo Iglesias a Pedro Sánchez.

Hasta ahora para pasar de la desgracia a la felicidad debía mediar la lotería, pero también se puede lograr tejiendo un vínculo con el poder. Pablo Iglesias no recibió ninguna crítica por el preacuerdo, mientras que sobre Pedro Sánchez han caído todo tipo de chanzas. Las bromas tienen un lado muy serio, que en este caso no es otro que la pérdida de credibilidad del presidente en funciones. Es muy probable que gobierne, otra cosa es que sea creíble.

La derecha

Mientras la izquierda se movía a una velocidad supersónica, la derecha quedaba ensimismada. Las huestes de Puigdemont y Torra cortaron durante 32 horas la autopista AP-7 que comunica con Francia, sin que Casado o Abascal comparecieran ante la opinión pública española para decir que la pasividad de las fuerzas del orden se debía al temor del presidente en funciones a irritar a los independentistas catalanes, verdaderos árbitros de la investidura.

La Gendarmería francesa fue la primera en actuar para acabar con la exhibición de los violentos, unos tipos que se congratulan de los daños económicos que provocan sus acciones. Cuando los energúmenos fueron disueltos en Francia pudieron hacer una sentada en territorio español, mientras policías y mossos esperaban órdenes.

Las empresas de transporte, desesperadas, llamaron a Bruselas para que reabriera la frontera ante la pasividad del Gobierno. Para captar la entidad del problema, digamos que en un día normal por La Junquera pasa un camión cada siete segundos. Un precedente inquietante de lo que está por venir.

La negociación de la investidura sigue el guion que había establecido Unidas Podemos, un partido que había puesto todos los huevos en la cesta del gobierno de coalición. Carecía de un plan alternativo. Pedro Sánchez había convocado elecciones para gobernar en solitario, siguiendo la estrategia de la «geometría variable» utilizada por Zapatero. Para cada votación parlamentaria se buscan aliados concretos. Una visión pragmática frente a la carga ideológica que supone el gobierno de coalición de la izquierda, como la prueba la cantidad de veces que hemos oído estos días que es «el primer gobierno de izquierdas desde la Segunda República».

No recuerdo que en los cuarenta y dos años de democracia haya habido ningún gobierno de coalición de derechas, aunque esto último carece de importancia. Lo realmente reseñable es el vínculo que se traza entre el Frente Popular, nacido de las elecciones de febrero de 1936, y el experimento de Sánchez e Iglesias.

Independentistas

La investidura depende de la capacidad de seducir a los independentistas catalanes. Doy por seguro que los grupos regionalistas pasarán por el aro, ya que solo dependen de que les extiendan un cheque. Me parece muy fuerte que aceptemos como algo normal que un partido valide a un candidato a presidente en función de que haga o no una carretera en su tierra chica o de que condone una deuda.

Recuerdo en el primer mandato de Zapatero que ocurrió algo parecido con los presupuestos del Estado y, entonces, tuvimos ocasión de escribir desde estas líneas que un presidente de gobierno era algo más que un coordinador de territorios.

Ahora bien, esta consideración queda en leve reparo al lado del papel que va a jugar Esquerra Republicana

de Cataluña (ERC) en la investidura. JxCat no secundará al gobierno de coalición porque están más centrados en los cortes de autopista y no tienen otra política que el advenimiento de la republica catalana, única forma de evitar hacerse cargo de la renta del palacete de Waterloo. Para la CUP avalar la investidura sería una traición.

De todo lo anterior se deduce que el mandato de Sánchez depende de ERC, que es tanto como decir que está en manos de Oriol Junqueras, delincuente encarcelado por sedición. Hace unos meses, cuando Oriol Junqueras fue trasladado al Congreso de los Diputados para recoger su credencial como diputado, estuvo cara a cara con Sánchez durante unos breves segundos y le dijo: «Tenemos que hablar». Ahora depende más Sánchez de Junqueras, que Junqueras de Sánchez.

Solución

A la política española le vendrían bien las reglas del baloncesto para poder solicitar tiempo. Antes de que nos internemos por un camino equivocado, sería bueno que los líderes de los cinco partidos nacionales dejaran su agenda en blanco para poder hablar de manera reservada e informal, que es la única manera de poder decir la verdad.

¿Se puede dejar la gobernabilidad de España en manos de ERC? ¿La única alternativa al bloqueo institucional pasa por convertir en árbitros del mandato a los que se sienten ajenos a España? ¿En ausencia de acuerdos no sería mejor que quince diputados de la derecha perdieran el avión el día de la investidura para que Sánchez e Iglesias pudieran abrazarse otra vez?

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por JUAN NEIRA

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