Las negociaciones sobre el proyecto de presupuestos del Principado para 2020 entran en la recta final. Bien es cierto que los encuentros del Gobierno socialista con los grupos de la oposición están desprovistos de la carga de dramatismo de años anteriores, porque la aritmética parlamentaria es tan favorable para los socialistas que solo queda por rematar el escaño que les falta para obtener la mayoría absoluta. El acuerdo alcanzado al principio de la legislatura con IU, que quedó sellado con la concesión de grupo parlamentario para las formaciones que cuenten con solo dos diputados, hace que la cuenta atrás para el pleno de los presupuestos se viva con gran tranquilidad por parte del Ejecutivo de Adrián Barbón. El PP anunció la presentación de una enmienda a la totalidad, como suelen hacer los populares cuando gobierna el PSOE y viceversa. La excepción se dio en el periodo anterior, cuando Mercedes Fernández acudió más de una vez al rescate de Javier Fernández que no era capaz de consensuar el proyecto de cuentas con la izquierda. A falta de una entente entre marxistas, se siguió la doctrina de Groucho: estos son mis principios, si no le gustan tengo otros. El pacto de los Fernández se sustanció con alivio de la presión fiscal. Tras el visto bueno dado por el PP al funcionamiento de la Junta General del Principado, con la mitad de sesiones plenarias de las que había en anteriores mandatos, la cuota de contribución de la derecha liberal-conservadora a la gobernabilidad de la región ya está cubierta. Imagino que Vox presentará otra enmienda a la totalidad, ya que sus planteamientos chocan frontalmente con los del Ejecutivo. A esa razón se añade otra de carácter formal: cuando el partido que gobierna le niega el pan y la sal a un grupo concreto de la oposición, es lógico que éste último le pague con la misma moneda al que gobierna.