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Juan Neira

LARGO DE CAFE

CIUDADANOS Y EL CENTRO

El golpe de mano dado por la gestora de Ciudadanos destituyendo a Ignacio Prendes del puesto de portavoz completa la maniobra realizada en navidades al vetar desde Madrid el pacto presupuestario alcanzado en la Junta General del Principado entre el grupo parlamentario de Ciudadanos y el Gobierno de Adrián Barbón.

De ambas actuaciones se sacan dos conclusiones: el déficit democrático del partido naranja es el propio de todo grupo pequeño que pivotó desde su origen sobre la personalidad de un liderazgo gigante, de forma que en la organización todo se acomodó a las necesidades, conveniencias y caprichos del gran timonel.

Y segundo: la gestora ha asumido la tarea de dejar el partido en modo de pensamiento único para que después del congreso, cuando Inés Arrimadas sea la presidenta, la organización esté adiestrada para tomar las decisiones por unanimidad.

Ciudadanos ha tenido un discurso atractivo, una estrategia discutible y unos usos internos deplorables. De todo eso habría que hablar en el congreso extraordinario de marzo, pero la ponencia preparada por la gestora no quiere meterse en honduras y se conforma con condenar los populismos, renovar su apuesta por la gran coalición de constitucionalistas (PSOE, PP y Ciudadanos) y redefinir ideológicamente al partido, como «centro liberal progresista».

La pregunta

En 1988, cuando el CDS entró en la internacional liberal, Adolfo Suárez puso un nuevo rótulo: centro democrático, liberal y progresista. Los de la gestora saben copiar.

La posición de Ciudadanos es sumamente difícil, su propia supervivencia está amenazada, y no se puede salir del pozo sin contestar a la gran pregunta: ¿por qué en seis meses se pasó de 57 escaños en el Congreso de los Diputados a solo 10? En la ponencia, la gestora evita hacerse interrogantes que no sabe contestar.

En la calle la respuesta es unánime: el hundimiento de Ciudadanos fue provocado por abandonar la posición del centro y aliarse con el PP y Vox.

Esa parece ser la causa, pero la simple secuencia de los hechos plantea dudas: tras duplicar el número de escaños en las elecciones andaluzas, Rivera participa con el resto de grupos de derechas en la foto de Colón; a renglón seguido se declara incompatible con el PSOE en las instituciones (el famoso cordón sanitario), entra en campaña electoral y logra 57 diputados. Un crecimiento espectacular: 78% más de escaños; ningún partido tuvo un aumento tan grande en las elecciones generales del 28 de abril.

Luego, Rivera evitó comprometerse en mayorías de investidura; dirigentes del ala socialdemócrata causaron baja en el partido, y Ciudadanos en los sondeos empezó a caer en picado. El pasado 10 de noviembre se confirmaron los peores pronósticos: pasó de tener 78 diputados a 10.

Las encuestas sobre cambio de voto del electorado revelaron que la mayor parte de las personas que abandonaron a Ciudadanos se refugiaron en Vox. Definitivamente, no hay una explicación sólida sobre lo que pasó.

Cuarteto

En las experiencias de los partidos de centro (UCD, CDS, UPyD, Ciudadanos) hay unas constantes que se repiten. Nunca se mantienen estables en más de dos elecciones generales (en el caso de Ciudadanos esto es cierto siempre que consideremos las urnas de abril y las de noviembre como una sola cita electoral de doble vuelta). Suben rápido en votos, pero bajan mucho más rápido todavía. Los giros a la derecha los acaban pagando caro; esto último es muy visible en el CDS y Ciudadanos, pero también en la UCD de Landelino Lavilla –ala derecha del partido– que protagonizó el mayor desastre electoral de la historia al pasar de 168 escaños a 11.

Sus líderes acabaron pagando con el abandono de la política los fracasos electorales. Pese a la etiqueta de partidos bisagra, jamás sustituyeron en esa función a los nacionalistas. Aunque tengan fama de pragmáticos, lo que menos les perdona el público son los errores ideológicos. Hasta la fecha, ninguno se ha recuperado de las hecatombes electorales, aunque falta por saber si Ciudadanos saldrá de la UVI. Entre la gente levantan más simpatías que votos.

Los cuatro partidos se pueden agrupar por parejas, UCD y CDS, ambos criaturas de Adolfo Suárez, y UPyD y Ciudadanos, dos grupos que nacieron para luchar contra el nacionalismo excluyente, uno en el País Vasco y el otro en Cataluña.

Sectarismo

UPyD fracasó en el País Vasco, mientras que Ciudadanos ganó las elecciones catalanas de 2017. Quizás por crecer en un ecosistema adverso, ambos desarrollaron el instinto sectario y no supieron integrar a afiliados que venían de distintas culturas políticas. Ejemplo de ello fue la encerrona que le hicieron al profesor Sosa Wagner en la dirección de UPyD por apoyar la fusión con Ciudadanos.

El sectarismo en Ciudadanos hizo que siempre vieran a los militantes procedentes de UPyD con recelo. El caso de Ignacio Prendes es elocuente. La peripecia del clan de Rivera no pasó de ser la propia de un grupo de catalanes que se instaló en la capital de España, con sus prejuicios y despistes.

Inés Arrimadas tiene un reto tan difícil que para muchos es imposible. Por cierto, algo parecido decía uno de los primeros eslóganes de Ciutadans, hace quince años: «Imposible es solo una opinión».

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por JUAN NEIRA

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