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Juan Neira

LARGO DE CAFE

ÁBALOS Y TORRA, COMEDIA Y DRAMA

El Gobierno da los primeros pasos pisando charcos. El vodevil de José Luis Ábalos en Barajas no tiene desperdicio. El hecho en sí ya es escandaloso y el ministro de Transporte se ha encargado de amplificarlo con sus contradictorias justificaciones.

Primero se acogió a la tesis negacionista: no hubo reunión. Luego, ante la imposibilidad de ocultar que había estado con los miembros del Gobierno de Nicolás Maduro en el avión, desvió la atención sobre el ministro de Turismo de Venezuela, Félix Plasencia, que sobre la marcha alcanzó el estatus de amigo personal. Vamos, que Ábalos y Plasencia son íntimos.

La coartada era a todas luces artificiosa, porque por muy amigos que fueran, lo cierto es que en el avión iba la número dos de Maduro, la vicepresidenta Delcy Rodríguez, que es uno de los 25 venezolanos sancionados por la Unión Europea por ser cómplices de la represión en su país. Le está vetada la entrada en los países de la UE.

Imposible dar un abrazo a Plasencia en el avión sin toparse con Delcy Rodríguez, así que al final recondujo su versión y reconoció que había dado un «saludo forzado» a la vicepresidenta.

Ante el descreimiento generalizado y la petición de explicaciones de la oposición, Ábalos quedó sobrepasado, y entonces aparecieron los estrategas de la Moncloa para hacerse con la gestión del asunto y darle un giro copernicano. Nueva versión: Ábalos fue a Barajas para realizar un servicio de Estado, persuadir a Delcy de que no se bajara del avión y siguiera rumbo a Turquía, donde son especialistas en reprimir a los discrepantes.

Para darle una mayor verosimilitud, Pedro Sánchez entró en escena: «el ministro de Fomento tiene todo mi respaldo y apoyo político y personal», «hizo todo lo que estaba de su parte para evitar una crisis diplomática y lo ha logrado».

El protagonista de la semana, al ver cuestionado su estatus, se lanzó a tumba abierta: «otros quizás estén en la política de paso. No, yo vine para quedarme y no me echa nadie». Así se habla Ábalos. Torero, torero, torero.

Podemos

De la comedia de la entrevista del ministro de Transportes con la número dos de Maduro y de la negativa de Pedro Sánchez a recibir a Juan Guaidó como presidente de Venezuela, tal como lo reconoce la Unión Europea entre un conjunto de sesenta países, se deducen dos cosas.

La primera es que Pedro Sánchez y su equipo no tienen una política exterior reconocible y defendible, al igual que no tienen una política económica. Saben mucho de lucha por el poder (aquella moción de censura) y también conocen lo que hay que hacer para anclarse en el mismo, pero la tarea de gobernar es su asignatura pendiente.

Segunda conclusión: la ausencia de política se suple desde el Gobierno con las recetas de Podemos, su socio, convirtiendo a Guaidó en líder de la oposición, haciendo tratos aeroportuarios con Delcy Rodríguez, o defendiendo a Pablo Iglesias de la ajustada réplica que le dedicó el Consejo General del Poder Judicial.

En política económica hemos visto un breve apunte en estas dos semanas: capacidad para comprometer gasto público y privado, sin explicar cómo se piensa financiar.

La justicia

José Luis Ábalos fue el protagonista de la semana, desplazando a Quim Torra que había hecho méritos más que sobrados para subir a lo alto del pódium. El carajal en que se ha metido el presidente de la Generalitat con su desobediencia a la Junta Electoral puede llevarse por delante el plan de Sánchez para resolver el conflicto catalán.

El Tribunal Supremo dice que ha perdido el escaño y Torra lo ignora. Mañana lunes tienen los independentistas la ocasión de dar un paso adelante en el ‘Parlament’ y los efectos penales que desencadenará su proceder serán imparables.

¿Mantendrá en su agenda el presidente Sánchez la entrevista con Torra si se enroca en la posición de objetor del Tribunal Supremo? ¿La anunciada desjudicialización de la política catalana pasa por rebajar las sentencias a la condición de meras opiniones de jueces y magistrados? ¿Primero se ajusta la pena a las necesidades del vicepresidente delincuente y, luego, se crea un fuero para que los presidentes en ejercicio no pierdan el cargo por cometer ilegalidades? ¿Se da cuenta el presidente del Gobierno de España del daño que causa a la democracia la relativización, cuando no neutralización, de los tribunales de justicia?

No es preciso subrayar que el plan de Pedro Sánchez para resolver el conflicto catalán coincide punto por punto con la hoja de ruta trazada por Pablo Iglesias, hace dos años, tras el infausto 1º de octubre. Solo queda un asunto por explicitar: la consulta que votarán los catalanes es, o no, el referéndum de autodeterminación que pregona el líder de Podemos. En ambos planes el obstáculo a superar es la derecha españolista que no quiere avanzar.

Dos semanas de Gobierno de coalición han sacudido la escena nacional como si hubiese transcurrido medio mandato. Ante nuestros ojos hay un desnudo ejercicio del poder sin que venga acompañado de propuestas políticas para resolver los problemas, a no ser que reduzcamos la política del Estado a la elevación de sueldos y el engorde de las deudas.

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por JUAN NEIRA

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