El nuevo coordinador general de IU es el diputado Ovidio Zapico. No hizo falta que votara la militancia, ya que fue el único miembro de la organización que se postuló para el cargo. La nula competencia interna indica que asumir la coordinación está más próximo al tormento que al placer. El nuevo jefe del partido declaró que se pone al frente de la fuerza política con ilusión. Zapico señaló que pretender abrir «un tiempo nuevo de normalidad» y que aspira ser «el coordinador general de toda IU de Asturias». Ilusión, optimismo y más moral que el Alcoyano hay que tener para enfrentarse a una situación tan difícil como la que vive la organización, con un sector crítico afincado fundamentalmente en Avilés y Langreo, que no ha querido participar en el proceso de elección del coordinador y que pretende impugnar las resoluciones de la asamblea (así llaman en Izquierda Unida a los congresos). El sector crítico está muy unido a la dirección federal de IU, liderada por el ministro de Consumo, Alberto Garzón. Un grupo dirigente que le creó muchos problemas a la organización asturiana en los últimos años por no comulgar con la estrategia de subsumirse en el grupo de Pablo Iglesias. En definitiva, Zapico puede ser víctima de la trampa del sándwich, apresado entre la crítica local y el mazo estatal.
Por muy serios que sean los problemas internos, lo fundamental para un dirigente cuando se pone al frente de un partido es la línea política. En mayo pasado, en Asturias, Izquierda Unida recibió el mayor varapalo de la historia en unas elecciones autonómicas. Desde entonces, en la Junta General del Principado vive atechada bajo el paraguas de Adrián Barbón. Un periodo de convalecencia que puede prolongarse durante toda la legislatura. Esa estrategia podría haber sido válida en otro momento, cuando tenía munición almacenada, pero ahora solo le queda una bala y debe utilizarla. En los últimos comicios autonómicos, el PSOE ganó seis diputados, el centro derecha, dos, y la izquierda radical (Podemos e IU) perdió ocho. Podemos se dejó el 55% de los escaños e IU, el 60%.
El espacio a la izquierda del PSOE está en crisis, debilitado por políticas oportunistas, carencia de líderes y decepción del electorado. Cuando una región se hunde, la izquierda no puede adoptar como principal argumento la extensión de las prestaciones sociales, porque eso vale para una ‘oenegé’. Olvidarse de la actividad económica y el empleo es un grave error. Lo primero es tener un perfil propio, si lo permite el ministro de Consumo.