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Juan Neira

LARGO DE CAFE

DE LA CALMA A LA ALARMA

Desde una perspectiva social, para los españoles el coronavirus es un fenómeno ligado al mes de marzo. Supimos de la epidemia en China; posteriormente vimos el crecimiento de casos en Irán, el inicio del problema en Italia, etcétera, pero el virus no alteraba nuestra vida cotidiana ni preocupaba.

El 31 de enero fue noticia el primer infectado en España, un alemán en la isla de La Gomera; el segundo fue el 9 de febrero, un británico en Palma de Mallorca. A lo largo del mes de febrero, en todo lo relacionado con el coronavirus, lo más comentado fue la suspensión de Mobile World Congress. La pérdida económica iba a ser enorme, había que prestar ayuda económica a Cataluña. En fin, una catástrofe irreparable, se decía, ignorantes del tsunami que nos aguardaba.

A partir del 25 de febrero se empiezan a hacer test a enfermos con neumonía de origen desconocido, y se inicia un suave goteo de infecciones por COVID-19. Pedro Sánchez optó por guardar silencio, dejando el protagonismo a los científicos, esperando que le hicieran el trabajo.

Científicos

Fernando Simón recomendaba, a diario, calma y tranquilidad. Si lo que temía el Gobierno era la histeria colectiva, la táctica empleada fue un acierto porque los ciudadanos siguieron con la alegría acostumbrada, disfrutando de un verano anticipado, llenando bares y estadios entre besos y abrazos, entre toses y estornudos.

La primera semana de marzo discurrió por esa senda, con la ración diaria de calma y tranquilidad, mientras la curva de los infectados trepaba por la gráfica. A partir del jueves día 4 el discurso oficial empezó a no ser creíble porque en 24 horas se habían duplicado de largo los enfermos. Algo estaba fallando.

Aun así, los portavoces de la calma y la tranquilidad hicieron un último esfuerzo: «Si mi hijo me pregunta si puede ir, le diré que haga lo que quiera». Conclusión, todos a la manifestación.

El Gobierno se pasó la primera semana del mes con el debate sobre la Ley Orgánica de Garantía Integral (¡qué bien hubiera venido una ley de garantía integral ante el coronavirus!) y la mirada puesta en la jornada dominical del 8M, fiesta de guardar para el bipartito.

El congreso de Vox en Vistalegre, con más de 9.000 participantes, y las 120.000 manifestantes del Día Internacional de la Mujer, fueron una colaboración inestimable para el avance de COVID-19. En tres días de esta semana, de martes a jueves, pasaron de 782 afectados a 2.659.

Si la primera semana de marzo el Gobierno estuvo ausente, en la segunda tocó sobreactuar, con cuatro comparecencias (martes, jueves, viernes y sábado) de Pedro Sánchez ante la nación. Con las intervenciones quería transmitir la sensación de gran actividad (coordinación, plan de choque, etc.) para tapar la escasa atención prestada a la epidemia en los días anteriores.

Mucho más importante que las maniobras del presidente por mejorar su imagen fue el cambio radical de estrategia ante el coronavirus. Fin del discurso de la tranquilidad y la calma, y luz verde al sistema italiano ante el virus: el ‘catenaccio’. Lo advirtió el expresidente Matteo Renzi: «España estará en una semana en la misma situación que Italia».

Plan ‘B’

Del miércoles al jueves se pasó del consejo de lavarse las manos al plan ‘B’: cierre de colegios. A continuación, en una rápida secuencia llegaron concatenados todo tipo de clausuras de establecimientos públicos y privados. La competición deportiva deja de existir por primera vez desde la guerra civil. Nadie quiso ser menos que el vecino y si una comunidad autónoma cerraba los restaurantes, la de al lado replicaba la orden. Cundió la alarma entre la clase política y por eso el Gobierno de Sánchez decretó el estado de alarma.

Entre las decisiones ejecutivas se introdujeron algunos pequeños disparates como la orden del Principado de cerrar colegios, pero obligando a los profesores a ir a los centros. ¿Es interesante para acabar con la epidemia la organización de espontáneas tertulias mañaneras en edificios cerrados? ¿No es más coherente con los intereses de Asturias que hagan por vía ‘online’ las tareas pertinentes? Afortunadamente, el sábado a mediodía rectificó el Principado.

A la hora de la verdad, las pretendidas pautas marcadas por expertos y científicos quedaron orilladas, y predominó el miedo de los gobernantes a repetir la experiencia de Italia. Hizo falta que hubiera más de 3.000 personas afectadas por la enfermedad para dejar de correr detrás del virus tomando medidas que correspondían a la semana anterior.

No creo que los científicos catalanes recomendaran realizar la operación ‘jaula’ de Quim Torra, confinando a los ciudadanos en territorios identitarios. Las particulares características de la política española, con barones autonómicos incluidos, influyó en la estrategia adoptada esta semana para acabar con el virus. Tanto presumir de lucha coordinada contra la pandemia y cada territorio hace la guerra por su cuenta.

La primera quincena de marzo sirvió para confirmar que la Unión Europea es una entelequia, como ocurre siempre que se enfrenta a un reto importante. Tampoco quedaron en buen lugar los expertos; siguiendo sus recomendaciones nos convertimos en el segundo país de Europa con más infectados. El Gobierno estuvo fuera de juego mientras se gestó el drama, y ahora recurre al estado de alarma. Una elección conflictiva que conlleva luchar contra el virus, mientras forcejea con Iglesias y los independentistas.

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por JUAN NEIRA

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