Asturias ha vivido una jornada muy dura en la lucha contra el coronavirus. El miércoles día 11 se supo de la primera víctima de la pandemia en la región. El balance luctuoso se mantenía inalterable hasta las últimas veinticuatro horas, cuando se sumaron otros cuatro fallecidos. Todos ellos tenían más de ochenta años, pero esa particularidad no resta un ápice del dolor por las muertes. A los fallecimientos hay que añadir la fuerte subida en el número de los contagiados por COVID-19, al aumentar en más de ciento cuarenta las personas afectadas. Desde que apareció el primer caso hasta hoy, nunca se había conocido un incremento de semejante cuantía. La mitad de la cifra se explica por lo ocurrido en la residencia de Grado, perteneciente a la red pública de Establecimientos Residenciales para Ancianos (ERA), donde se registró un brote epidémico que alcanzó a cincuenta y siete residentes y trece trabajadores. En la víspera había veinticuatro enfermos por el coronavirus en la red del ERA, pero tras lo sucedido en Grado, la cifra alcanza los ochenta. Un día negro.
Las cifras de la jornada no deben hacernos dudar del rumbo adoptado con la declaración del estado de alarma. Hace justo una semana la cifra de contagiados en toda España estaba en 6.250 y el número de fallecidos era de 190. Cuando escribo estas líneas hay 21.509 afectados y se produjeron 1.093 decesos. Sin embargo, creo que ahora estamos mejor que entonces.Hasta el pasado sábado la estrategia aplicada por el Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, dirigido por el doctor Simón, resultó profundamente equivocada, por eso somos el segundo país de Europa más dañado por la pandemia. La política de hacer frente al virus con la receta de lavarse las manos y mantenerse calmados y tranquilos no sirvió para detener el contagio. Sin embargo, en la actualidad, la estrategia del confinamiento de la población nos pone en línea con países como China o Corea del Sur, que han logrado detener la epidemia.
Ahora hace falta que llegue el material para proceder a realizar los test necesarios para anticiparse al avance de la enfermedad, y distribuir mascarillas y guantes para protegerse del virus. La política no intervencionista, predicada hasta el 8 de marzo, es la que, a la postre, ha tensado al máximo los servicios sanitarios de los hospitales. Los 20.000 afectados son la obligada consecuencia de un cálculo errado. Pese a la dura jornada vivida en Asturias, no estamos como en Madrid o Cataluña.