Pese al optimismo de la Administración central sobre la evolución del coronavirus, el Principado se prepara para la oleada de casos que saldrán a la superficie en las próximas semanas. En el pabellón central de la Feria de Muestras se instalarán 100 camas; la Residencia Universitaria de Mieres habilita sus 112 plazas. Por cierto, quién le iba a decir a los impulsores del campus de Mieres, allá por los años noventa del pasado siglo, que una enfermedad vírica iba a dar contenido a una residencia que siempre estuvo vacía. El centro neurológico de Langreo también pone a disposición sus 60 plazas. Los colegios mayores de Oviedo, San Gregorio y América, ofrecen otras 200. El consejero de Salud, Pablo Fernández, anunció que «la pandemia seguirá creciendo hasta alcanzar el pico de contagios dentro de bastantes días». Así hay que hablar. La gente es lo suficientemente madura como para escuchar ese tipo de pronósticos. Igual que aceptó el confinamiento en las casas sin protestas ni quejas, puede asumir que la primavera entera será una lucha sin cuartel para vencer al virus.

Veinticuatro horas antes, el ministro de Sanidad, Salvador Illa, decía: «Vamos a encarar la fase alta de esta pandemia con la esperanza de que en unos días pueda empezar la fase decreciente». ¿En qué se basa el ministro? ¿El ejemplo de Italia permite aseverar algo semejante? ¿Se atreve a mostrar en público la curva que dibujan sus palabras? ¿Quién le anima a hablar de forma tan desenfadada? Cuando hay que hacer un esfuerzo colectivo prolongado, no hay peor estímulo que anunciar la meta detrás de cada vuelta del camino. Con todo lo que ha pasado, el ministro de Sanidad y sus asesores tienen la credibilidad por los suelos, así que ese tipo de discursos solo contribuyen a distanciarlos de la gente que sufre en su casa el recorte de libertad. Ante el avance de la pandemia creyeron que hacer política de Estado consistía en evitar que el público se pusiera nervioso. Por eso no se atrevían a suspender las Fallas. La falsa calma la estamos pagando muy caro, con un ritmo de contagios similar al de Italia, aunque allí hay muchos más muertos.