En los últimos tres días se ha batido el récord de muertes por coronavirus: 769, 836, 838. Esta inquietante serie fue la que hizo cambiar a Pedro Sánchez de estrategia y apostó por hibernar la economía del país. El cambio supone un reconocimiento de que la política de confinamiento no estaba dando los resultados esperados por el Gobierno. Sin embargo, las cifras luctuosas son el resultado de la gestión de la pandemia realizada antes de la declaración del estado de alarma. Si dentro de una semana mejoran los datos no será por el cierre de empresas, sino por el distanciamiento social seguido desde la aplicación del estado de alarma. Dicho de otra manera, el presidente endurece la política de confinamiento sin haber esperado a conocer las consecuencias de esta.
Pedro Sánchez se cura en salud ante el deterioro que sufre su imagen y la del Gobierno, ordenando unas medidas que son más aparentes que eficaces. No hace falta vivir en la Moncloa para saber que las calles de España están vacías. Desde el 14 de marzo la actividad social se ha reducido al mínimo o ha desaparecido por completo. Digan lo que digan el presidente y la ministra portavoz, la gente que sale a la calle un domingo es casi la misma que un día laborable. La única diferencia se debe al cierre del gremio de la alimentación. Los contactos son de balcón a balcón, de terraza a terraza, de ventana a ventana. No hay transmisión de virus. Una inmensa mayoría del personal está todos los días en casa. El único punto conflictivo es la compra de comestibles, aunque se toman muchas más cauciones que antes. Precisamente, los supermercados y tiendas de ultramarinos no sufren ningún cambio con el endurecimiento del confinamiento. Entiendo que Torra quiera el cierre total, porque así logra blindar Cataluña, su particular obsesión, pero no se ven razones para tomar esa medida. Si se quieren mejorar las cifras de contagios y fallecimientos hay que utilizar otras herramientas, como los test rápidos para detectar los focos de la transmisión. Se lo oímos y leemos todos los días a los especialistas en la materia. El problema es que Salvador Illa entró en el Ministerio de Sanidad como elefante en cacharrería y reclamó la gestión de los aprovisionamientos de material sin tener capacidad para hacerlo.
El confinamiento reforzado es una medida gratuita, pero no inocua. Detener la economía, sacarse de la chistera el «permiso retribuido recuperable», es un riesgo superior al beneficio previsible. Que haya suerte.