Una de las enseñanzas que hemos recibido es que hay que estar muy atentos a las variaciones que experimentan las principales variables que están en juego en la lucha contra la pandemia (contagios, fallecidos, altas, ingresos hospitalarios, número de test, stock de material sanitario), porque cualquier tardanza en la respuesta se paga muy caro.
En estos momentos, el punto crítico ya no está en la saturación de los servicios sanitarios, sino en lo que está ocurriendo en las residencias de la tercera edad. En los últimos tres días han muerto en Asturias 28 personas, 26 de las cuales estaban en geriátricos. Hasta la pasada semana no había ocurrido nunca algo semejante, así que el Principado tiene que dar una respuesta a esta urgencia sobrevenida. Es obvio que los geriátricos son un espacio muy sensible, ya que todos los residentes forman parte de la población de riesgo, por razón de la edad (a la que se suman los padecimientos de cada uno). En los centros el contacto físico con el personal que los cuida es prácticamente obligado porque forma parte del estímulo y el afecto que necesitan para mantener una actitud activa cada día. La disciplina de los residentes con la higiene es más problemática que en las personas de menor edad, aunque el personal que los atiende corrige los olvidos. El hecho de que compartan muchas personas (usuarios y trabajadores) un mismo espacio crea unas condiciones objetivas favorables para la transmisión del virus. En muchas residencias hace tiempo que anularon las visitas de familiares y amigos y controlan las obligadas entradas del exterior (aprovisionamientos), pero el problema no desaparece. Imaginemos que el Gobierno hubiera dejado que los hoteles siguieran abiertos. Por mucho celo que hubieran puesto los responsables de los establecimientos, el contagio se habría producido. Aun así, hay residencias que han logrado, por ahora, evitar que los usuarios y el personal enfermen.
El Principado tiene que tomar algunas medidas elementales, como sacar temporalmente a las personas contagiadas de las residencias. No pueden estar más días allí, porque la permanencia se traduce en nuevos contagios, con el riesgo que ello conlleva. Es preciso que todos (usuarios y trabajadores) sean sometidos a pruebas diagnósticas (en centros públicos y privados) para aislar correctamente a las personas que portan carga viral. No importa lo que hayan hecho en Madrid o Barcelona, sino lo que se haga en Asturias. Hay que actuar ya.