El simple enunciado de los datos basta para comprobar que las residencias de la tercera edad constituyen el mayor problema en la lucha contra la pandemia. Los datos suministrados al caer la tarde vuelven a mostrar que un pequeño grupo de personas concentra en Asturias el 60% de los fallecimientos de la jornada, mientras el resto de la región empieza a tener una visión más positiva al bajar la cifra de los contagios y del resto de decesos. Hace veinte días, en las grandes ciudades se daban palos de ciego al no poder identificar los flujos de contagio en medio de una escalada sobrecogedora de enfermos y muertes. Las desgracias de Italia se repetían a los cinco días en España. Los dos gobiernos subestimaron al virus y los errores de los que mandan siempre los sufren los mandados. Aquí, hasta los modelos matemáticos pecaron de optimismo porque nadie pronosticó que murieran 20.000 personas y estamos a unos días de alcanzar esa trágica marca. En el fondo de todo esto hay una soberbia europea que nos hizo inmunes a las desgracias de los chinos o de los coreanos, como si nuestras exquisitas formalidades democráticas sirvieran de algo para enfrentarse al problema, como si un continente de viejos, como el nuestro, no ofreciera el flanco más vulnerable del mundo ante el avance del coronavirus.
En los últimos cuatro días murieron 38 asturianos infectados, 32 de ellos vivían en centros de mayores. En una región de 10.604 kilómetros cuadrados la inmensa mayoría de las muertes se concentran en una fracción decimal del territorio. El problema está perfectamente localizado y la ruta del virus es fácilmente identificable. Los ancianos están confinados desde mucho antes de que Pedro Sánchez decretara el estado de alarma, así que lo que toca es impedir el contagio en ese grupo o familia de compañeros de mantel, de habitación, de baraja, de sesiones de psicomotricidad, de lectura, de risas, de recuerdos, de silencios. Es necesario someter a toda esa población dañada por la pandemia a los test de anticuerpos. A todos: ancianos y personal que los cuida y atiende. Y cada vez que uno de ellos tiene que pasar por el hospital para realizar una revisión o tratar cualquier dolencia, también hay que someterlo al test de diagnóstico. Las personas que den positivo deben ser inmediatamente trasladadas a hospitales, de hormigón o de campaña, salvo en las residencias donde puedan ser completamente aislados y tratados por un personal dedicado exclusivamente a ellos. Manos a la obra.