La reunión telemática entre Pedro Sánchez y Pablo Casado terminó mejor que las entrevistas presenciales que hubo entre ambos desde que lideran los dos principales partidos de España. A petición de Casado el pacto por la reconstrucción nacional, o la reconstrucción social y económica, va a trasladarse desde el palacio de la Moncloa al Congreso de los Diputados. Sánchez ha aceptado algo más que un simple cambio de escenario. Deja de ser una iniciativa netamente presidencialista para convertirse en un asunto parlamentario. La Mesa del Congreso será la responsable de conducir el proceso, al formar los negociadores una comisión parlamentaria. La discusión será entre diputados, quedando fuera de la negociación una serie de instituciones y organizaciones que Sánchez quería incluir en el acuerdo. Las comunidades autónomas, los ayuntamientos, las patronales y las centrales sindicales tendrán que esperar a que haya un texto firmado para poder dar su apoyo. Las propuestas iniciales de Sánchez y los cambios propuestos por Casado no son inocentes, tienen una intencionalidad política, como es lógico, pero dejando de lado el sesgo partidario, desde la pura racionalidad es más sensato el formato acordado entre los dos que las ideas iniciales.
Para gobernar España en condiciones excepcionales o normales hace falta una mayoría parlamentaria amplia y sólida. Si en torno al objetivo de la reconstrucción se logra comprometer a una mayoría de diputados será más que suficiente. No hace falta que los presidentes autonómicos o los líderes de los agentes económicos y sociales tercien en la negociación. Al contrario, cuantas más partes haya en torno a la mesa más difícil será el acuerdo. El paso dado en la dirección correcta hizo que Vox cambiara de opinión y se mostrase dispuesto a participar en la comisión. Que el tercer grupo del Congreso de los Diputados se implique en una tarea parlamentaria importante es una buena noticia.
Para que la citada comisión parlamentaria concluya felizmente su trabajo tendrá que sortear, por lo menos, dos obstáculos. Primero, la tarea se plantea en una época marcada por el disenso. Desde el año 2015, la clase política española es incapaz de llegar a pactos. Baste recordar que tuvimos dos legislaturas que finalizaron sin poder elegir presidente del Gobierno. Segundo, los aliados de Pedro Sánchez (Unidas Podemos, ERC) no tienen interés alguno en que el PSOE pacte con la derecha las líneas maestras de la legislatura.