Seis semanas de encierro colectivo permiten observar la pandemia en planos distintos. Sigue siendo la dimensión sanitaria la más importante, pero ya se ha instalado la reflexión sobre los comportamientos sociales y las cifras apuntan a un futuro marcado por las preocupaciones económicas.
Los datos sobre nuevos contagios y decesos continúan a la baja. El dos de abril hubo 950 muertos, mientras que el pasado viernes fueron 378. El dos de abril se anotaron 8.102 nuevas personas infectadas, y veintidós días más tarde quedaron registradas 3.995.
Las cifras oficiales constituyen la gran referencia para todos, aunque por desgracia no son fidedignas porque durante las últimas semanas cambiaron varias veces los criterios de contabilización. Un ejemplo; en un principio se registraban los infectados asintomáticos, ahora ya no lo hacen.
Simón
Todo ello no ha impedido que la propaganda utilizara los datos a su antojo. Esta semana vimos al inefable doctor Simón anunciar, a bombo y platillo, que por primera vez los pacientes curados superaban a los nuevos positivos. Ocultaba el hecho de que se habían dejado de registrar los contagiados que fueron detectados a través de test de anticuerpos. No dejes que la realidad te estropee un buen titular.
Aun con todo la tendencia es decreciente en enfermos y fallecidos. Aumenta el número de sanitarios infectados que ya roza los 36.000. Si a eso sumamos a los compañeros que tienen que guardar una obligatoria cuarentena para cortar cualquier posibilidad de contagio tendríamos una plantilla para dar servicio a veinte hospitales como el Huca.
La oposición en el Congreso de los Diputados ha quebrado la política presidencialista al trasladar la negociación del plan de reconstrucción social y económica del palacio de la Moncloa al Congreso de los Diputados.
Una vez terminada la fase de hibernación toca abordar la salida del domicilio de 47 millones de españoles. El Gobierno optó por una forma radical de confinamiento, que ha contenido la pandemia, pero resulta imposible prolongarlo más tiempo por la salud de la gente. Es fácil visualizarlo con tres datos: hay 4,5 millones de españoles que viven en pisos de menos de sesenta metros cuadrados; más de 850.000 octogenarios viven solos en España; el 9% de la población tiene problemas de salud mental. En circunstancias como las anteriores la prolongación del confinamiento se convierte en una tortura.
Niños
El Gobierno rehusó hacer un planteamiento general para toda la población y se centró en la infancia para hacer el experimento del desconfinamiento. La salida de los niños a la calle no resuelve el problema de los viejos aislados o de los enfermos mentales. Ni de los miles de personas que superaron un infarto de miocardio y deben caminar una hora al día por prescripción médica.
Al final, viendo el descontento, optó por una salida astuta: todo el que quiera puede salir a la calle con tal de que no esté parado en una acera. Así se puede traducir el permiso para hacer deporte y pasear con la familia.
En una situación tan plagada de problemas, el Gobierno, con sus confusas explicaciones y continuas rectificaciones, se las ha arreglado para que el debate nacional gire en torno a cómo deben de ir los niños por la calle a partir del lunes. Un tema de Estado.
Al final flexibilizó sus planteamientos y los niños podrán bajar a las playas y jugar por los parques. Se ha creado un ambiente tan ridículo que tal parece que el COVID-19 habita entre los árboles y los granos de arena. A propósito, desde el 14 de marzo es un poco cómico ver a los perros atados sin posibilidad de relacionarse con sus congéneres. Muy dados a juegos de lengua, igual se transmiten el virus.
Primero por el miedo al virus y luego por la famosa «desescalada», el caso es que la economía queda para el final. Un extraño orden de prioridades que nos resultará muy caro.
Europa
El gran instrumento para reanimar la economía de Pedro Sánchez, los 200.000 millones de euros en avales del ICO para grandes y pequeñas empresas, no tiene la eficacia prevista. Pretendían con algo menos de 100.000 millones en avales movilizar otro tanto del sector privado. Pues bien, los primeros 13.424 millones en avales solo han logrado arrastrar otros 4.000 millones. Los dineros del ICO no sirven para hacer de locomotora de la economía.
Esto tiene especial importancia porque España es de los grandes países europeos el que menos recursos puso a disposición de la recuperación. El Gobierno de coalición se conformó con el 8,4% del PIB, mientras las ayudas en Italia llegan al 20,6% del PIB, en Francia al 14,3%, en Inglaterra al 16,6% y en Alemania al 23,6%.
Con una economía nacional lastrada por pesados programas de gasto público, la crisis nos coge sin margen fiscal para hacer políticas expansivas. De ahí la llamada urgente de Pedro Sánchez a Europa.
El primer rechazo lo recibimos con los coronabonos, solicitados a la par con Italia. Luego vino la insólita petición de un fondo de 1,5 billones de deuda perpetua, que no nos apoyó ningún socio, porque está prohibida por el Banco Central Europeo. Ahora estamos en que se amplíe el presupuesto europeo para hacer una gran transferencia de recursos a los países más dañados por la pandemia.
Por el medio pasamos el bochorno de ver cómo la Comisión Europea corregía la cuantía del déficit de 2019, presentada por el Gobierno, elevándolo al 2,8% del PIB. Tres décimas más que en 2018: justo la factura de los «viernes sociales».