El plan por fases para salir del confinamiento y recuperar eso que el Gobierno llama, la ‘nueva normalidad’, no deja contento a nadie. Si el proyecto tuviera más fases, o menos, tampoco estarían satisfechos los dueños de los negocios que van a ser desconfinados. El plan es muy farragoso, prueba de ello es que para explicarse todo el mundo recurre a esquemas y gráficos, pero no es esa la causa principal del malestar. El disgusto nace al ver que el Gobierno diseña un escenario en el que es muy difícil ganar dinero. Y los empresarios cuando no ganan, pierden. El empate queda para la práctica deportiva. Estamos en una coyuntura en que es muy difícil, por no decir imposible, encontrar un equilibrio entre la salud y la economía. Si se protege la primera, se genera paro; si se apuesta por la segunda, aumenta la fiebre.
A la sociedad moderna la caracteriza la capacidad para alcanzar síntesis. Hasta la modernidad, las contradicciones se superaban suprimiendo uno de los términos. En la Edad Media se buscaba la verdad, por eso se mataba tanto. Las guerras de religión eran guerras por imponer la verdad. Con la paz de Westfalia empezó otro mundo. La sociedad moderna renuncia a la verdad, sólo aspira a la convivencia, por eso transige, por eso sabe pactar. El último personaje medieval fue Osama Bin Laden, que Alá lo tenga en su gloria.
Los hosteleros dicen que la propuesta de Pedro Sánchez les lleva a la ruina. A partir del 11 de mayo tendrán permiso para desplegar sus terrazas, pero con un tercio de las mesas. El 25 de mayo podrán dar comidas en el interior de los locales, pero utilizando sólo el 33% de su capacidad. En esas condiciones anuncian el cierre de los negocios. A los ayuntamientos les toca instrumentar una salida que encuentre un punto de equilibrio entre las necesidades de los hosteleros y las exigencias sanitarias. Hay que ampliar la zona ocupada por las terrazas. ¿Cuánto? En teoría hasta que tengan tantos ingresos como con la terraza actual con todas las mesas ocupadas. El concejal de turno tiene que hacer un ejercicio de flexibilidad y olvidarse de la vieja normativa. De no ser así, que lo releve el alcalde. En el interior se pueden poner mamparas de separación entre las mesas, a cambio de ganar superficie ocupada. También cabe revisar los precios y crear una subvención para el sector en riesgo de quiebra. Hay que proteger la salud más que nunca. De la hostelería cuelgan 1,7 millones de empleos. Pactemos una fórmula que evite el contagio y mantenga el empleo.