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Juan Neira

LARGO DE CAFE

EL KILOMETRÍN DE ILLA

La escapada del fin de semana viene determinada por franjas horarias. Ya se sabe que estamos en la fase cero o en la zona cero, así que el peligro al contagio acecha y el desahogo se limita. Pese a ello, la disposición del Gobierno sobre el uso temporal del espacio público no deja de sorprenderme. Hasta ahora los niños podían salir doce horas diarias – nueve de la mañana a nueve de la noche–, mientras que ahora los adultos que no lleven de la mano a un niño o de la correa a un perro, se les restringe el periodo de expansión entre las seis y las diez o entre las veinte y veintitrés horas. El Gobierno les obliga a escoger entre salir a la mañana o al anochecer. Sólo se permite hacerlo una vez y el paseo no puede exceder del kilómetro. Esta disposición es tan restrictiva que parece pensada para hacer poco atractiva la salida del domicilio y sólo se entiende por los supuestos excesos cometidos el pasado fin de semana por algunas familias con los hijos.

Si hay que levantarse muy temprano un domingo para tener derecho a caminar un kilómetro, la alternativa brota sola: hacer yoga en el colchón. Querían evitar las aglomeraciones pero empujan al 60% de la población española a salir a la calle entre ocho de la tarde y once de la noche. ¿Por qué sólo un kilómetro? ¿Por qué sólo una vez?

Sigamos con las contradicciones: ¿por qué un atleta puede correr todos los kilómetros que quiera por Gijón, Lena, Parres o Cangas de Narcea, y un peatón no puede superar los mil metros por el mismo trazado? ¿Tiene más capacidad de contagio un señor que camina a un ritmo de tres o cuatro kilómetros por hora o un joven hiperventilado que corre congestionado por la acera? Voy a recurrir al lenguaje de los expertos que aconsejan a Pedro Sánchez: ¿llegado el caso, quién de los dos expulsa más lejos las gotitas de saliva?

Las fases y los usos de la transición a la ‘nueva normalidad’ han aportado más confusión que claridad. Hay que consultar el cuadro del periódico, a cada paso, para saber si se puede o no se puede hacer algo. Con las franjas horarias ocurre otro tanto, aunque la sensación de arbitrariedad es mucho más acusada.

¿Tiene sentido regular las salidas a la calle a las seis de la mañana? ¿Lo hacen por ser una excepción al toque de queda? Hablando de absurdos, ¿merece la pena detener a un ermitaño que vaga por las altas montañas, allá donde no habitan ni virus ni humanos? Después de habérselo oído mil veces al doctor Fernando Simón sin entenderlo, fue entonces cuando comprendí por qué lo llaman ‘desescalada’.

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por JUAN NEIRA

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