El Principado, como todos los gobiernos autonómicos, se ve compelido a realizar manifestaciones sobre el proceso de la desescalada. El vicepresidente, Juan Cofiño, es partidario de que los expedientes de regulación temporal de empleo se prolonguen más allá de las prórrogas del estado de alarma. El mecanismo de los ERTE ha servido para que 3,4 millones de trabajadores no se fueran al desempleo. El Estado se ha hecho cargo de las prestaciones económicas, aligerando costes a las empresas. Ahora bien, no veo cómo el Estado puede asumir esa carga económica durante seis meses o un año, sin subir los impuestos. Es absurdo pretender que el Estado aumente los gastos y reduzca los ingresos. Basta de hacerse trampas al solitario.
En otro orden de cosas, el Principado quiere que el Gobierno cambie los horarios que regulan las salidas del personal a la calle para adaptarlos a las necesidades de la hostelería. En la actualidad, a la hora de las comidas sólo puede haber niños en la calle acompañados de un adulto. No es el tipo de cliente que entre en un bar a pedir el plato del día. Tienen razón los empresarios del sector: abrir es inútil. Las franjas horarias están mal enfocadas. Basta con decir que los niños son los que disponen de un horario más amplio. Fueron los primeros en salir a la calle, aunque por espacio de una hora a elegir entre las nueve de la mañana y las nueve de la noche. Como no se podía controlar el tiempo, se pasaban medio día corriendo fuera del domicilio para resarcirse de tan largo encierro. Cuando hubo que hacer un hueco para los adultos, el horario de los pequeños quedó reducido a siete horas. Para hacer un relato completo recordemos el intento inicial del Gobierno de dejar el tiempo de expansión de la infancia vinculado a determinadas finalidades: visitas a la farmacia, el supermercado, el banco y el kiosco. El fracaso de las franjas horarias es fácil de constatar: a determinadas horas hay muy poca gente por la calle y a otras parece que se celebran las fiestas patronales.
Estaba cantado, pero nadie se responsabiliza del error. El Instituto de Salud Carlos III cifra en 30.706, el exceso de decesos entre el 17 de marzo y el dos de mayo. Como 25.000 murieron oficialmente por coronavirus, ¿qué pasa con las 5.000 que quedan por asignar? El doctor Fernando Simón, para despejar dudas, declaró que «no sabemos si se deben a un accidente de tráfico enorme». Hay que tener valor para hablar así. ¿Qué más tiene que hacer para que Pedro Sánchez lo releve?