El miércoles se volverá a votar en el Congreso de los Diputados otra prórroga del estado de alarma, que en esta ocasión será de un mes. El respaldo de Ciudadanos fue decisivo en la anterior prórroga, al oponerse ERC y abstenerse el PP. El Gobierno ya sabe que esta vez el PP se opondrá, así que ha activado la negociación con todos los grupos que le apoyaron en la investidura.
Le interesa especialmente allanar las diferencias que le separan de los independentistas de ERC, porque es el principal socio parlamentario del Gobierno de coalición. El previsible apoyo de ERC y el PNV conllevará, de alguna forma, el traspaso de la gestión de la pandemia a los gobiernos catalán y vasco.
Seguro que el reparto del fondo de 16.000 millones de euros, anunciado por Pedro Sánchez para hacer frente a los gastos de la pandemia, también saldrá a relucir en las negociaciones. En materia de reparto, los independentistas catalanes están acostumbrados a un trato privilegiado, tras ver durante siete años cómo los distintos gobiernos de España les daban más del 30% del Fondo de Liquidez Autonómica, hasta alcanzar una suma de 70.000 millones. De la pobreza de la pandemia también sacarán tajada.
El acuerdo con la miscelánea de grupos que invistieron a Sánchez (el gobierno Frankenstein de Rubalcaba) hace innecesaria la negociación con Ciudadanos. Es más, la convierte en inconveniente porque no es probable que ERC respaldara al Ejecutivo si negocia la prórroga con Ciudadanos. Sin embargo, la entente con el partido naranja se activaría si el pacto con los independentistas fracasara.
NOVEDAD
Dos meses de política confinada han traído como única novedad el restablecimiento de relaciones entre PSOE y Ciudadanos, dos partidos que pasaron de compartir el intento de investidura de Sánchez, en marzo de 2016, a lanzarse dardos en las ruedas de prensa.
Inés Arrimadas aprovechó la primera ocasión que se le presentó, desde que dirige el partido, para abandonar el espacio de la derecha y ubicarse en el centro. Esta era la posición de Ciudadanos hasta las elecciones andaluzas de 2018, cuando se decantó por alinearse con el PP y Vox ante la alianza de Sánchez con Unidas Podemos y los independentistas. Desde entonces el espacio del centro quedó sin referentes políticos.
El movimiento de Arrimadas es obligado. Tras el éxito cosechado en las elecciones generales del 28 de abril de 2019, cuando pasó de treinta y dos diputados a cincuenta y siete, Ciudadanos empezó a bajar en las encuestas, primero con moderación y luego en picado. Los esfuerzos denodados de Albert Rivera no sirvieron de nada: al repetirse las elecciones generales descendió hasta los diez escaños. Las encuestas realizadas en los últimos meses le otorgan siete diputados. La anemia del partido es galopante.
TRAICIÓN
Es probable que Ciudadanos no pueda enderezar el rumbo y transite durante un tiempo con el único patrimonio de sus siglas para desaparecer luego, pero si tiene alguna tabla de salvación, esa pasa por la recuperación del centro, capaz de pactar unas veces con la derecha y otras con la izquierda, sin establecer vetos. Una actitud pragmática, que entiende la política desde la moderación, la defensa de la Constitución y la economía de mercado.
El paso dado por la lideresa despierta suspicacias entre los que antes jaleaban el giro de Rivera hacia la derecha. Más de uno piensa que se trata de una traición en toda regla. No obstante, un análisis del juego de fuerzas no abona los temores. Veamos.
Hay un amplio sector de la sociedad que está preocupado por las concesiones que pueda hacer Sánchez a Unidas Podemos y los independentistas. El dique de contención es la Constitución y no admiten concesiones.
Para ese sector, la salida más plausible sería un acuerdo de gran coalición formado por los partidos constitucionalistas (PSOE, PP y Ciudadanos), presidido por el líder del partido más votado. Un gobierno con mayoría absoluta capaz de tomar medidas ante la ruina económica y el desafío independentista. Desde las elecciones de diciembre de 2015 es necesario ese pacto, pero hasta ahora no fue posible porque lo rechazaron los líderes del PSOE y del PP.
La reubicación de Ciudadanos abre un canal de comunicación con el PSOE. A corto plazo no tendrá un gran protagonismo, pero si ponemos las luces largas veremos que la entente del Gobierno con ERC no tiene futuro por el maximalismo de los independentistas.
PERSPECTIVAS
En ese momento Ciudadanos podrá jugar un papel importante. Cuanta más influencia tenga en la gobernabilidad de España, menos probabilidades hay de que el Gobierno de coalición se salte las líneas rojas.
Hasta ahora, alineado con PP y Vox, no aporta nada. Pierde votos y se difumina su oferta política. Reubicado en el centro se debilita la política de bloques que tanto daño ha hecho a la gobernabilidad de España y se abren nuevas perspectivas, tanto en el caso de que vayamos a una legislatura larga o de que se convoquen a medio plazo elecciones generales.
Volver al centro no significa caer en los brazos del PSOE. Es necesario que sea un partido flexible capaz de mantener los acuerdos de gobernabilidad en la Comunidad Autónoma de Madrid y en su Ayuntamiento, con los grupos de derecha, como de realizar acuerdos de carácter nacional con el Gobierno.
Inés Arrimadas tiene todo el derecho a ensayar ese intento. No rectificar cuando los electores huyen en masa es sinónimo de suicidio.