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Juan Neira

LARGO DE CAFE

ABOLIR LAS FRANJAS HORARIAS

Con la experiencia que da el tiempo transcurrido el Gobierno va tomando medidas que podrían estar implantadas desde hace mucho. Ejemplo de ello es la extensión del uso de mascarillas. Tuvieron que pasar casi dos meses para que fueran obligatorias en los transportes públicos; ahora, solicitado por los gobiernos autonómicos, parece que van a ser obligatorias también en comercios y espacios públicos cerrados y, quién sabe, quizás también en la calle. Más allá de los informes que maneja el ministro de Sanidad hay una realidad que conoce todo el mundo: en los países que han obtenido mejores resultados en la lucha contra la pandemia (Corea, Japón, Vietnam, Singapur) todas las personas utilizan mascarilla. Siempre que se ha dicho esto, los expertos que rodean al ministro sacaron a relucir disculpas ridículas, como que esos países tienen una cultural distinta o que allí se saben poner la mascarilla y en España, no. Lo cierto es que en el lejano oriente la pandemia causó muchos menos muertos, y solo se aprecian dos diferencias: hicieron muchos más test y el uso generalizado de la mascarilla.

El Gobierno introduce una mejora notable al liberar a las personas que viven en municipios de menos de 10.000 habitantes del sistema de franjas horarias para salir a la calle a pasear. La división del espacio público en niños, viejos y resto del personal no solo es absurda, sino que se ha revelado como contraproducente viendo las aglomeraciones de gente a primera hora de la mañana (entre nueve y diez de la mañana) y al caer la tarde (a partir de las veinte horas). Para empezar, la salida de los niños comporta la salida de sus padres, ya que la mayoría de ellos carecen de autonomía para moverse por la ciudad por razones de edad. Lo mismo pasa con un sector de los ancianos que andan por la calle y necesitan ir acompañados. Así que la mezcla de edades, en alguna medida, es inevitable. Pero lo que invalida el sistema de franjas horarias en tres grupos de edad es el reparto descompensado del espacio público: 13 millones de personas pueden salir de diez la mañana a ocho de la tarde y 34 millones lo hacen a primera hora de la mañana y, sobre todo, a partir de las ocho de la tarde. A más del 70% de la población le dejan menos tiempo para estar en la calle que al resto.

Esta distribución anómala debería eliminarse no solo para villas y pueblos, sino para ciudades de todo tipo de tamaños. Si un día hay un repunte de la pandemia, no dudemos que el sistema descompensado de franjas fue un coadyuvante.

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por JUAN NEIRA

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