La prórroga del estado de alarma ha venido acompañada de un escándalo político tan grande como gratuito. El Gobierno sacó adelante la votación con la ayuda de Ciudadanos y PNV, pero para evitar sorpresas Pedro Sánchez quiso contar con la complicidad de Bildu y la obtuvo al formidable precio de pactar la derogación integral de la reforma laboral. Por estar otros quince días confinados, el Gobierno echó abajo la mejor reforma realizada en los últimos diez años, la única que propició un aumento de la inversión empresarial, creación de empleo y, de paso, ganar posiciones en un sector tan importante para la economía española como es el de la automoción. Se aprobó en 2012 y en 2013 empezó a crecer el PIB. Por una simple abstención de Bildu –innecesaria como se vio en el resultado de la votación– el Gobierno aceptó dar mayor rigidez al mercado de trabajo español, justo cuando sube el paro. Inversores internacionales y empresarios españoles saben que tenemos un Gobierno capaz de cambiar las reglas del juego si un partido marginal (opera en tres provincias) y sedicentemente democrático le pide hacerlo. Bildu se carga la reforma laboral y mañana podrá forzar la aprobación de una legislación fiscal confiscatoria. Pedro Sánchez no tiene líneas rojas. Todos los medios son válidos para mantenerse en la Moncloa.
El presidente del Gobierno había afirmado con rotundidad que nunca pactaría con Bildu y a la primera ocasión negocia con ellos asuntos fundamentales de la política española, como si se tratase de un partido convencional con decenas de escaños en el Parlamento. Para mejorar la negociación se hizo acompañar de Podemos, que es tanto como buscar un socio para el rival. El acuerdo se mantuvo en secreto mientras discurría la sesión plenaria con el objeto de evitar que Ciudadanos y PNV cambiaran el sentido de su voto. Una desaire para el partido naranja y un bofetón para el PNV, porque en el documento acordado se especifica que la derogación se llevará a cabo antes de que finalicen las medidas extraordinarias adoptadas por el COVID-19. Más claro: antes de finalizar junio, porque el 12 de julio hay elecciones vascas y Otegi quiere exhibir los despojos de la reforma laboral española como trofeo. CCOO y UGT no tienen nada que negociar, ya lo hace Bildu por ellos.
Ante el escándalo organizado, Sánchez se vuelve atrás y convierte el papel firmado en un malentendido. Iglesias estalla, Calviño brama, Otegi agita el documento, la CEOE abandona el diálogo. Qué desastre.