La quinta prórroga del estado de alarma, producto de una votación parlamentaria, debería ser un triunfo del Gobierno, pero se ha convertido en un desastre por los medios utilizados para ganarse el favor de los partidos de la oposición, recurriendo a la ocultación y el engaño, dos instrumentos reprobables en manos de cualquier agente político y más si se trata del Gobierno de la nación.
Sin que se haya explicitado la causa, las negociaciones con ERC se torcieron; un contratiempo preocupante para el Gobierno porque los republicanos independentistas son una pieza fundamental en el sistema de alianzas de Pedro Sánchez, al menos hasta ahora.
Como ocurrió con la cuarta prórroga, el desafecto del grupo de Gabriel Rufián fue compensado con el acuerdo con Ciudadanos, que puso como condición para pactar el recorte de la prórroga del mes a los quince días. Es la segunda vez que Inés Arrimadas sale al rescate del Gobierno, pese al escaso calor con que se recibe su ayuda por parte del PSOE y del propio Ejecutivo.
La prórroga del estado de alarma estaba ya garantizada, pero entonces entró en escena el particular estilo del equipo que rige el país desde la Moncloa.
Bildu
La negociación con Bildu, culminada con el compromiso firmado de derogar íntegra la reforma laboral de 2012, fue un paso muy arriesgado, por la reacción que iba a originar en otros aliados (PNV) del Gobierno y por la pieza utilizada como trueque: la reforma laboral. La mejor medida tomada en los mandatos de Rajoy, que salvó más de un millón de empleos y puso los cimientos para iniciar la recuperación económica unos meses más tarde, la derogan a cambio de la abstención de Bildu.
Derogar la reforma laboral y esperar de Bruselas el envío de fondos sin condiciones es un sueño. Por eso la vicepresidenta Calviño puso el grito en el cielo y la CEOE dio un portazo.
A la peripecia del acuerdo con Bildu le faltaba el toque de «amistades peligrosas», que llegó a las pocas horas de la votación parlamentaria, al convertir en malentendido la derogación de la norma. Los socialistas se desdecían de lo firmado. Iglesias discrepó y Otegi bramó.
En Moncloa tiraron de argumentario y hubo cambio de personajes en el drama, al poner al PP en primer plano como culpable de lo sucedido. El incombustible Rafael Simancas lo expuso como nadie: «El PP dejó tirados a los españoles y necesitábamos buscar votos para seguir salvando vidas». Matrícula de honor en demagogia.
Ocultaron el acuerdo con Bildu a Ciudadanos, PNV y resto de aliados, y una vez que los diputados radicales vascos se abstuvieron, convirtieron el documento firmado en papel mojado.
El daño para la imagen del Gobierno y del PSOE es enorme ¿Qué validez tendrá cualquier acuerdo que alcancen en el futuro? Por actuaciones mucho menos bochornosas dimitieron presidentes y ministros.
Agotado
La quinta prórroga del estado de alarma evidencia que el sistema de alianzas del Gobierno está agotado. Prometer la mitad del cielo, dar la razón a tirios y troyanos, recoger votos y lavarse las manos es un modus operandi que no da más de sí.
La mayoría parlamentaria de investidura no se sostiene porque lo único que tiene en común ese abigarrado conjunto de partidos es el rechazo al PP. A partir de ahí no se ponen de acuerdo ni para luchar contra el virus.
Es urgente que Pedro Sánchez y sus estrategas entiendan que el discurso de la necesaria mayoría de izquierdas para frenar al fascismo no sirve para resolver los múltiples problemas que tiene la gobernación de este país.
La apelación constante a referencias ideológicas convierte la política en algo irreal, y de ahí sacan tajada los grupos radicales o independentistas que en las mesas de negociación piden lo que no se puede dar (consultas de autodeterminación, derogación de la reforma laboral, etc.).
El Gobierno está en un callejón con una sola salida: el cambio del sistema de alianzas, la sustitución de ERC por Ciudadanos, el olvido de Bildu, la cercanía a los grupos regionalistas y la dispensación de un trato igualitario a todas las comunidades autónomas.
La pavorosa coyuntura económica, oculta bajo el paraguas de los ERTES, exige pactar un programa realista, con grupos que asumen los condicionantes de la economía de mercado y el marco de relaciones europeo.
Cohabitación
La posibilidad de que Unidas Podemos ponga fin a la cohabitación en el Gobierno, sentenciando la legislatura, en el caso que Pedro Sánchez cambie ERC por Ciudadanos es algo real. No obstante, la convocatoria anticipada de elecciones no es un horizonte halagüeño para el partido morado.
Necesitan acreditar capacidad de gestión para rentabilizar en las urnas su presencia en el Gobierno. Yolanda Díaz ya dio pasos en esa dirección, desde el Ministerio de Trabajo, y Pablo Iglesias, liderando el Ingreso Mínimo Vital. Pero les falta mucho. Romper un gobierno tiene un coste cuando la gente está harta de cinco años de inestabilidad política.
La experiencia de cuatro meses de legislatura debería animar a Pedro Sánchez a corregir el rumbo. La heterogénea mayoría que le hizo presidente solo sirve para alzar un muro contra la derecha –un objetivo que ya ha logrado al mandarlo a la oposición– y forzar al Gobierno a que dedique sus mejores energías a cuestiones que no están en la agenda política de ningún otro gobierno europeo. Le toca mover pieza.