En la undécima Conferencia de Presidentes Pedro Sánchez adelantó que en los próximos días varias (¿muchas?) comunidades autónomas saldrán del estado de alarma. Se rompe así el modelo preconizado por el jefe del Ejecutivo durante el confinamiento: entramos juntos y saldremos juntos. Al parecer, una de las fórmulas que se baraja para acortar el proceso es que el tiempo de estancia de las regiones en cada fase sea de una semana en vez de dos. ¿A qué se debe el cambio de criterio? ¿El Gobierno da por superada la emergencia sanitaria? ¿Le preocupan las consecuencias económicas del confinamiento y tiene prisa por restablecer la libre circulación del personal?
Es posible que tenga controlada la pandemia y la cadencia declinante esté afianzada. Es probable que el mayor problema para los que están al frente del país sea ahora la atonía económica, propiciada por la larga reclusión de la «fuerza de trabajo», como denominaba la teoría marxista a la mano de obra cuando éramos jóvenes. Sin embargo, puestos a establecer hipótesis, me inclino a pensar que el presidente abrevia el calendario de la desescalada porque teme que el Congreso de los Diputados no le conceda otra prórroga del estado de alarma. Si dentro de quince días hay muchas comunidades autónomas que completaron la vuelta a la normalidad, la importancia de mantener el estado de alarma en dos o tres regiones será menor. Se anticipa el alta sanitaria y se evita la derrota política. Si esta hipótesis se confirmara estaríamos ante una chapuza, pero a estas alturas nada nos puede sorprender ¿O no fue una chapuza la compra de material sanitario? ¿Y el cambio de criterios para contabilizar a las personas contagiadas y los test realizados? ¿Hay mayor chapuza que someter a las regiones a un proceso de desescalada sin explicar en qué razones se basan, cómo se evalúan los resultados y quiénes son los evaluadores?
Adrián Barbón quiere que el estado de alarma dure hasta el 30 de junio para todas las comunidades autónomas. Mantener el plan inicial. El argumento que expone tiene toda la lógica del mundo: que al acabar las restricciones a la movilidad todos los territorios tengan una situación epidemiológica homogénea. En caso contrario, lo que sucederá es que las poblaciones que tengan una mayor carga viral contagiarán al resto, y al final la homogeneidad se alcanzará a través de una nueva escalada. La diferencia entre Barbón y Sánchez estriba en que al presidente asturiano no le van a tumbar su plan en el Parlamento.