La titular del Juzgado de Instrucción nº 51 de Madrid que investiga el proceder de las autoridades que permitieron la manifestación del 8-M, pese a la información que tenían sobre el peligro potencial que implicaba, se ha topado con la ofensiva de la Abogacía del Estado y la Fiscalía que han planteado todo tipo de objeciones a que prosiga la instructora su trabajo. Pidieron la nulidad de las actuaciones, la paralización de las mismas y pretextaron la indefensión de José Manuel Franco, delegado del Gobierno de Madrid. También quieren que la magistrada detenga las actuaciones hasta que la Audiencia Provincial decida sobre los recursos presentados por el procedimiento utilizado. Puestos a discrepar de Carmen Rodríguez-Medel, se han quejado de la excepcional velocidad con que instruye el caso. Yo creía que el problema de la Justicia era su lentitud, pero va a resultar que lo verdaderamente grave es su celeridad.
Algo oculto tiene que haber en torno a la información que poseía el Gobierno en las vísperas del 8-M para que se emplee con tanta energía la Abogacía del Estado en desbaratar la investigación judicial. En el debate sobre la última prórroga del estado de alarma, Pedro Sánchez afirmó que la crítica a la manifestación del 8-M es un ataque al feminismo; coronó con un ¡viva el 8-M! su explicación. Es curioso que el propio presidente del Gobierno se pierda por las ramas, cuando pocas personas como él pudieron comprobar del peligro que representaba esa movilización, ya que su esposa enfermó a los pocos días de participar en la marcha. Lo mismo le sucedió a más de una “miembra” de su Gobierno, como decía la inolvidable Bibiana Aído, ministra de Igualdad con Zapatero, antecesora de Irene Montero, también contagiada por el populacho el octavo día de marzo. De no haber nada oculto, no se entiende tanta beligerancia con el trabajo de la jueza.
En paralelo a esa disputa, el Gobierno y el PP polemizan sobre el papel de la Fiscal General del Estado en la investigación sobre las supuestas comisiones cobradas por el Rey emérito en la adjudicación de los contratos del AVE de Medina a La Meca. Es cierto que la Audiencia Nacional estudió el asunto y optó por el sobreseimiento al haber prescrito cualquier delito fiscal y no encontrar indicios delictivos, pero también es verdad que en los dos últimos años aparecieron más datos. En cualquier caso, la gran ofensiva sobre este asunto la acaba de plantear la oposición en el Parlamento pidiendo una comisión de investigación.