El Gobierno realiza los primeros tanteos para negociar los presupuestos del Estado de 2021. En los próximos meses hay que aprobar unas cuentas nuevas ya que el Ejecutivo socialista gobierna con los últimos presupuestos aprobados por Rajoy unos días antes de ser defenestrado. Los mismos que presentaron una enmienda a la totalidad de aquellas cuentas llevan dos años al frente del país gestionando el reparto de recursos aprobado por el Gobierno conservador. Ironías del destino. Hay otra razón que convierte en imperiosa la necesidad de aprobar un presupuesto: el país está sometido a un rápido proceso de empobrecimiento que se va a concretar en una caída del PIB desconocida en periodos de paz. El Estado tiene que actuar de locomotora de la economía y, a la vez, debe destinar un mayor volumen de recursos a la Sanidad y a las ayudas sociales. Hace un par de años el panorama era radicalmente distinto, con la economía española en expansión creando un tercio de los empleos de la eurozona.
Las sucesivas prórrogas del estado de alarma dan una pista sobre la mayoría parlamentaria que debe aprobar las cuentas. Hay dos caminos: la alianza con Ciudadanos, PNV, y varios diputados del grupo mixto (Teruel Existe, PRC, Coalición Canaria, etc.), o la mayoría que censuró a Rajoy, encabezada por las formaciones independentistas catalanas, PNV, Bildu, etc. La primera opción le gusta a Sánchez, pero no descarta la segunda, mientras que a Pablo Iglesias solo le vale ésta última. La manzana de la discordia es Ciudadanos, el partido que aporta algo diferente: defensa de la Constitución, sentido de Estado y el beneplácito europeo. La cuestión es lograr un punto de equilibrio. Si Ciudadanos quiere pactar tiene que aceptar que Unidas Podemos es parte del Gobierno y sus ideas tendrán influencia en los presupuestos. Si Sánchez desea el apoyo de Ciudadanos tendrá que prescindir de ERC. Para que Inés Arrimadas y Gabriel Rufián defiendan las mismas cuentas es preciso que uno de los dos haga una explícita renuncia de principios o ambos hayan perdido la vergüenza. El resto de grupos son más maleables.
Planteada así la cuestión el Gobierno debe manejar los tiempos. Debe evitar que la mesa de diálogo con Cataluña y la negociación de los presupuestos coincidan en su fase crítica. Para manejar los tiempos es preciso tener, a priori, las ideas muy claras. En caso contrario, el Gobierno quedará a merced de los acontecimientos, y necesita urgentemente recuperar crédito político.