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Juan Neira

LARGO DE CAFE

EL VIRUS ES DE OTROS

Cuando transcurra un cierto tiempo nos daremos cuenta que el proceso de la desescalada fue un churro. Nos habían avisado (Sánchez, Illa, Montero, Simón) que había una comisión de sabios o expertos estudiando cómo debería ser la transición del confinamiento a la normalidad. Iba a ser un proceso guiado por la ciencia, con los gobernantes convertidos en meros amanuenses dedicados a trasladar las notas de los científicos al BOE. Al final, la desescalada ha tenido muy poco de ciencia y mucho de transacción, de componenda, de rectificación, con los presidentes autonómicos nacionalistas derribando el mando único y haciendo de su capa un sayo: el viernes, el País Vasco anticipa la apertura de fronteras, pese a tener dos brotes infecciosos activos, uno en Vizcaya y el otro en Álava. Nadie puede demostrar que las fases de la desescalada se aplicaron en los territorios según la incidencia de la pandemia, porque las estadísticas oficiales se han convertido en una broma pesada: el 24 de mayo la epidemia había causado 28.752 muertos; al día siguiente, 25 de mayo, los fallecidos habían descendido a 26.834 (casi 2.000 menos); el 31 de mayo había un total de 27.127 decesos y el 15 de junio eran 27.136; es decir en la primera quincena de junio solo murieron en España por coronavirus nueve personas.

Toneladas de confusión, de contradicciones, de mentiras verdaderas y verdades mentirosas. A la vista de todos está el cambio de paradigma de la ciencia con respecto a las mascarillas que tuvo más que ver con la acumulación de stock que con las propiedades del artilugio para protegernos del virus. Otro ejemplo, la ciencia (Simón, etcétera) decía que la distancia social correcta eran dos metros, pero hace unos días el Gobierno negoció con Ciudadanos y el partido naranja nos impuso 1,5 metros. A esa distancia bailamos todos.

Una consecuencia nociva de la desescalada ha sido la de enfrentar a los territorios. Recelar unos territorios de otros nos retrotrae al Medioevo. Madrid es pecaminoso, tiene muchos infectados. En cualquier epidemia, Madrid y Barcelona tienen que tener más infectados por su tamaño. Y París, Londres y Berlín, en sus respectivos países, también lideran las estadísticas de muertos e infectados. En tres meses se instaló el miedo al «otro». Hay que ser primitivo para pensar que nosotros tenemos más anticuerpos que los forasteros. Si el fin de semana voy a Lastres no me contagio, pero si voy a Comillas corro peligro. Está claro: el virus es cosa de otros.

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por JUAN NEIRA

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