Economistas y asesores de empresas consideran que la Administración pública debe estar digitalizada, ser ágil para dar respuesta a las demandas y dotada de movilidad interna. También creen que debe haber un control de la productividad de la mano de obra y juzgan necesario revisar su tamaño. La digitalización es igual de necesaria en el sector público que en el privado. A ambos les queda mucho terreno por recorrer. La Administración siempre fue lenta en la toma de decisiones, pero en la actualidad la falta de agilidad es un problema de primer orden para algunos sectores empresariales, como la construcción, que dependen de trámites administrativos. En esta cuestión hay que dar un giro, simplificar procedimientos en la medida que lo permita la ley, reorganizar algunas tareas y plantearse calendarios. La movilidad es deseable, aunque nunca será como en la empresa privada, ya que muchos puestos de trabajo se cubren a través de una oposición o un concurso-oposición para plazas concretas.
La productividad es una de las grandes cuestiones pendientes en España. Los partidos políticos jamás hablan de ella en las campañas electorales, al personal le suena como si fuese una obsesión del empresariado y entre todos hemos logrado que la productividad cayera en los últimos 25 años casi un 11%, mientras en Alemania crecía el 8,5%. Una variable fundamental la hemos logrado convertir en marginal, como lo prueba la baja inversión en I+D+I.
La baja productividad es la causa de nuestro diferencial de salarios con Europa y explica la dificultad para lograr mayores niveles de bienestar. Quizás lo más lamentable de lo que ocurre con la productividad en España es que sólo crece en los periodos que aumenta el paro. En este contexto, la Administración pública no se plantea la productividad porque no necesita competir (productividad y competitividad van unidas). Durante muchos años las ofertas públicas de empleo las negociaban políticos y sindicalistas, como herramienta para luchar contra el paro. Los contribuyentes pagaban y lo que no aportaba la Hacienda se resolvía hipotecando el futuro con continuos incrementos de deuda. En el debate público nadie hace pedagogía sobre estos asuntos. Me parece muy difícil introducir la productividad en la función pública, entre otras razones, porque va contra el sacrosanto mandamiento del café para todos. A partir de ganar la plaza en oposición todos somos iguales, y la productividad enseña que no hay dos iguales.