En el pleno parlamentario dedicado a formular preguntas al presidente del Principado, Adrián Barbón, se refirió nuevamente a la reforma de la Administración autonómica que considera obligada por ser «un clamor de la ciudadanía». Probablemente sea un deseo ferviente del empresariado que se desespera ante la lentitud de la maquinaria burocrática que le hace perder oportunidades de negocio, tiempo y dinero, pero la población, en general, resulta más dudoso que tenga un buen conocimiento de la pesada losa que sufragamos con nuestros impuestos porque ningún partido está dispuesto a denunciar el elevado coste de mantener una estructura que ha crecido hasta en tiempos de crisis.
El presidente señaló que el Principado no puede aumentar la masa salarial en 103 millones de euros todos los años, en una clara alusión al crecimiento del conjunto de nóminas en el actual ejercicio, al tener que contratar a más personal para compensar la rebaja de la jornada laboral a 35 horas semanales. Si se gobierna con responsabilidad es evidente que no se pueden aprobar esos incrementos, porque quedan incorporados a la masa salarial, así que los 103 millones que aprobó Javier Fernández en el último año del mandato se pagarán en todos y cada uno de los ejercicios del presente y del futuro, lastrando las posibilidades de invertir y atender necesidades sociales. La experiencia enseña que la masa salarial creció por encima del PIB en la etapa autonómica con el apoyo de todo el arco parlamentario. ¿Estamos ante un punto de inflexión? El tiempo lo dirá.
El presidente habló de la necesidad de contar con una Administración «eficaz y eficiente». Adrián Pumares (Foro) también se sumó a la fórmula de «eficaz y eficiente». Convertir en eficiente a la Administración pública es una proeza porque consume más recursos que cualquier empresa de servicios. Eficaz es un cañón de artillería para acabar con una hormiga, pero su uso para ese fin no es nada eficiente. Cuando hay que contratar a cientos de trabajadores para hacer lo mismo que el año anterior nos situamos en las antípodas de la eficiencia. Adrián Barbón pronunció una frase rotunda para expresar su compromiso con la reforma: «estoy dispuesto a quemar mi capital político». El enunciado tiene dos lecturas: el presidente se toma muy en serio el cambio en la Administración y es consciente de que va a encontrar fuertes resistencias. Si está dispuesto a pagar un precio muy alto (quemarse) es porque los inmovilistas son poderosos.