El Estado y la sociedad han rendido el homenaje que se merecían los muertos de la pandemia. Desde las sociedades más primitivas, honrar a los fallecidos es una obligación colectiva. El reconocimiento de su contribución a la sociedad, la necesidad de luchar contra el olvido exige en las sociedades civilizadas la organización de ceremonias que expresen el afecto y den testimonio de la importancia que tienen para todos los que les sobrevivimos.
Decenas de miles de personas perdieron la vida por el coronavirus, muchos de ellos alejados de sus familias, sin poder ser despedidos con las habituales ceremonias funerarias, enterrados en soledad. Decenas de miles de víctimas de la mayor tragedia ocurrida en España desde la Guerra Civil exigían una ceremonia como la celebrada en el Palacio Real de Madrid, presidida por la Familia Real, con la participación del Gobierno, de los máximos representantes de los poderes del Estado, de los líderes de los partidos parlamentarios, de los 17 presidentes autonómicos, de los familiares de los fallecidos, y de miembros de colectivos, profesiones y oficios que tuvieron un papel capital en la lucha contra la pandemia (sanitarios, militares, policías, cajeros, limpiadoras). También asistieron al acto los principales representantes de las instituciones europeas, así como el director general de la Organización Mundial de la Salud, y los expresidentes del Gobierno, Aznar, Zapatero y Rajoy.
No había experiencia en España en organizar ceremonias civiles de esta entidad. Todas las ceremonias luctuosas de Estado tuvieron siempre carácter religioso. Pese a ello, el acto tuvo la hondura esperada, con la reflexión en los discursos, el sentimiento en la palabra y la conciencia clara de la transcendencia de la ceremonia. El Rey resaltó «la obligación moral de reconocer, respetar y recordar siempre la dignidad de los fallecidos». Destacó el papel jugado en la recuperación de la democracia por las generaciones más castigadas por la pandemia e hizo hincapié en el comportamiento ejemplar de los españoles en unas circunstancias tan difíciles como las vividas esta primavera. Es una pena que ERC, Bildu, Cup y BNG no asistieran a la ceremonia. Inexplicable la ausencia de Vox. El acto no era del Gobierno ni de la oposición, ni de los jueces y los militares, ni de los presidentes autonómicos o los expresidentes del Gobierno. Abarcaba a toda la sociedad sin exclusiones. Solo los marcianos tenían excusa para no acudir.