El Tribunal Supremo ha confirmado la condena de José Ángel Fernández Villa, mítico líder del SOMA y hombre fuerte del socialismo asturiano, a tres años de prisión y el pago de 425.000 euros por delito continuado de apropiación indebida. Los magistrados consideran demostrado que Villa «prevaliéndose del ejercicio de sus cargos sindicales, hizo suyas diversas cantidades de las organizaciones que representaba». El dirigente sindical cobraba cheques nominales extendidos por Hunosa a su nombre que correspondían a dietas de miembros del SOMA por asistir a reuniones del Comité Intercentros de la empresa hullera. Así ingresó 243.000 euros. A su vez, Villa cargaba en las cuentas de la organización gastos de carácter personal que iban desde bienes (puros, ropa, maletas, medicinas, comida, perfumes) hasta servicios (seguros, reparaciones, multas) por un monto de 173.000 euros. Una forma de proceder característica de aquellos que creen que las entidades que dirigen son de su propiedad, dando lugar a una permanente confusión entre el patrimonio personal y el colectivo.
La figura de Villa cayó del pedestal en octubre de 2014, cuando se supo que había regularizado 1,2 millones de euros al abrigo de la amnistía fiscal. PSOE y SOMA lo expulsaron inmediatamente de sus organizaciones. El dirigente minero con más conciencia de clase de la historia se apuntaba a la ventanilla de los millonarios para traer el dinero escondido en el extranjero. Luego vino el caso del macrogeriátrico de Felechosa, todo un ejemplo de los beneficios que produjeron los fondos mineros.
La condena de las actuaciones de Villa es una necesidad. Sería tremendo que quedaran impunes. Ahora bien, no creo que un líder que marcó la política y el sindicalismo de la región durante tres décadas haya sido un alma solitaria. Es difícil hacerse con dinero de una organización de una forma rutinaria sin que nadie se entere. Que Hunosa librase cheques a nombre de Villa, sabiendo que correspondían a dietas de otros, es cuanto menos chocante. Cargar multitud de consumos personales en la cuenta del sindicato tampoco es un acto clandestino. Villa hizo y deshizo en la FSA, puso y quitó presidentes apoyado en un ejército de militantes y dirigentes que le seguían ciegamente. No oímos ni el menor atisbo de autocrítica. Hace muchos años, cuentan que pasaban en Asturias historias prodigiosas, como que un financiero con tarjeta de la entidad abonase la chupa de cuero a un sindicalista liberado.