La destitución de Cayetana Álvarez de Toledo, como portavoz del Partido Popular en el Congreso de los Diputados era un hecho cantado. Dirigentes del PP, en especial el trío moderado, Feijóo-Almeida-Moreno, discrepaba de los posicionamientos de la portavoz. El secretario general, Teodoro García Egea, fue socavando su poder de decisión al frente del grupo parlamentario y la gota que colmó el vaso fueron sus últimas manifestaciones en las que demandaba un gobierno de concentración constitucional, a la vez que juzgaba de error la marcha al extranjero de Juan Carlos I sin dar explicaciones. Casado procedió a sustituirla por Cuca Gamarra. Es difícil encontrar dos mujeres más distintas para un mismo puesto.
La política española se mueve por imágenes y estereotipos, la materialidad de los hechos no cuenta. Todos los partidos compiten, pero quien hace la prueba de los PCR a los políticos para saber si son positivos o negativos para la democracia es la izquierda. Esto es así desde la Transición. Por eso en la derecha nunca hubo un político tan demócrata como Ruiz Gallardón. En el otro extremo están Aznar, Fraga, Cascos, Mayor Oreja, Esperanza Aguirre, etcétera. Álvarez de Toledo fue una pieza a batir desde que entró en el Parlamento. Tiene una formación intelectual muy superior a la media de la clase política y, rara avis, carece de complejo cultural ante la izquierda. Y valentía para decir a los independentistas lo que el resto se calla. Pronto la ubicaron en la extrema derecha, pese a que pide un gobierno de concentración constitucional (PSOE-PP-Ciudadanos), que, por cierto, no interesa a Sánchez ni a Casado, aunque sería la fórmula para resolver los problemas de España.
Desde su estreno como líder de la oposición, Pablo Casado mantuvo una línea muy crítica con el Gobierno de coalición. Como la izquierda es la que tiene el monopolio de los PCR, diagnosticaron que estaba en sintonía con Vox. No hace falta decir que Vox es el Diablo con cuernos y rabo, mientras que la extrema izquierda populista y los independentistas son demócratas a carta cabal. En los debates parlamentarios sobre el estado de alarma, Rufián era ponderado por Sánchez por la mesura de sus palabras, mientras que Casado resultaba vilipendiado, pese a que ambos se abstenían. Cuando Alberto Núñez Feijóo logró su cuarta mayoría absoluta, Cayetana quedó sentenciada. Quizás con este sacrificio, al gusto de Abraham, Casado logre el certificado de moderación, firmado a la par por Sánchez e Iglesias.