El veto del Gobierno a la presencia del Rey en la ceremonia de entrega de despachos a los nuevos jueces ha sido contestada por los togados a través del discurso del presidente del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) y del Tribunal Supremo (TS), Carlos Lesmes, y por el espontáneo, «¡Viva al Rey!», pronunciado por los presentes en la ceremonia respondiendo a una petición de un vocal del CGPJ. Nunca había levantado tanta expectación un acto esencialmente protocolario y nunca estuvo tan presente el Monarca, pese a ser la única vez que no lo presidió.
Durante la jornada se conoció que Felipe VI había llamado a Carlos Lesmes para hacerle saber que le hubiese gustado acudir al acto. Esta manifestación provocó que los máximos dirigentes de Unidas Podemos se rasgaran las vestiduras al considerar que la explicitación de ese deseo por parte del Rey significaba una maniobra contra el Gobierno. A medio camino entre la astracanada y la hipocresía, el ministro de Consumo dijo que la posición de «una Monarquía hereditaria» que maniobra contra el Gobierno es «sencillamente insostenible». Este señor ama las redundancias: Monarquía hereditaria. ¿Podría Alberto Garzón ponernos un ejemplo en todo el mundo de Monarquía que no sea hereditaria? Lo que es sencillamente insostenible es la permanencia de un Gobierno que impide la tradicional presencia del jefe del Estado en una ceremonia en Barcelona para que no se ofendan ERC y JxCat, y se avengan a aprobar los presupuestos del Estado. Lo que es sencillamente insostenible es que el ministro de Justicia diga inopinadamente en el Congreso de los Diputados que ahora «toca» tramitar el indulto a los dirigentes independistas condenados por sedición porque necesita que le den el visto bueno a las cuentas. O que Carmen Calvo negocie con Bildu los presupuestos, con el acercamiento de los presos etarras como moneda de cambio, cuando todos sabemos lo que ocurrió con los presos ‘indepes’ catalanes cuando los trasladaron a su tierra.
Todos los actos del Rey, viajes incluidos, deben ser refrendados por el Gobierno, pero esto no quiere decir que el Ejecutivo mueva a su antojo la agenda del monarca. El respeto a la figura del Rey que está en el centro de la Constitución y define nuestro sistema político debe llevar a los presidentes del Gobierno a actuar con moderación a la hora de limitar cualquier actuación suya. Todos los presidentes lo han entendido hasta ahora, con la excepción de Pedro Sánchez que quiere implantar nuevos usos.