En el Consejo de Política Fiscal y Financiera María Jesús Montero y los consejeros autonómicos de Hacienda han acordado que el techo de déficit público de las regiones para el próximo año sea del 2,2%. El Gobierno central aportará 13.400 millones de euros a los diecisiete territorios, una cantidad que representa el 1,1% de déficit, y el otro 1,1% correrá cargo al gasto que realizan los ejecutivos autonómicos en la gestión de sus competencias.
Queda así dibujado un escenario completamente distinto del acordado a principios de febrero por los mismos interlocutores, cuando la pandemia por la covid-19 solo había registrado, oficialmente, un solo contagio en España. En aquellas fechas se marcó como objetivo para 2021 que hubiera una décima (0,1%) de déficit, y para 2022 y 2023 se contemplaba un perfecto equilibrio presupuestario, con nivelación de gastos e ingresos. Ocho meses más tarde las regiones tendrán un margen de déficit veintidós veces mayor. Vemos aquí un ejemplo de cómo las previsiones macroeconómicas están en consonancia con las realidades microeconómicas que viven los ciudadanos (empresarios, trabajadores, desempleados, estudiantes) a diario. La pérdida de ingresos de las administraciones y el gasto social creciente originan desfases que representan la cara de una moneda, cuya cruz es el déficit de las familias, aunque éste último nunca reciba ese nombre. El personal, cansado de mensajes ininteligibles, suele decir que una cosa son las cuentas del Estado y otra las penurias ciudadanas, pero mientras no haya progresos en la rama de la matemática mágica, todo tiene que cuadrar.
En una coyuntura tan inédita como la actual es muy difícil hacer previsiones certeras a un año vista. Nadie pensaba que en pleno verano se levantara una ola de contagios que amenaza con superar a la de primavera. El agujero en las cuentas públicas, como en las privadas, es mucho mayor del que se podía prever cuando empezaba la nueva normalidad (22 de junio). En Asturias, todavía gozamos de una temporada turística excelente, pero en Andalucía, Cataluña, Baleares o Andalucía, tuvieron la peor cosecha del siglo. Nadie puede avanzar un pronóstico de cómo será el invierno. Los vaticinios son pesimistas porque las expectativas siempre están lastradas por el presente. En cualquier caso, el Principado tiene un margen de déficit (1,1%) casi seis veces superior al de 2020 (0,2%), así que deberá aprovecharlo, aunque si gasta más nadie le sacará la tarjeta roja.