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Juan Neira

LARGO DE CAFE

¿HACIA OTRO CURSO FALLIDO?

De la crisis sanitaria se derivan otros males, no necesariamente relacionados con la salud. El más citado, y que está en la mente de todos, es la caída de la actividad económica, con destrucción de riqueza y pérdida masiva de empleo.

En España, otro mal derivado de la pandemia es la degradación de la Educación. En otros países también tienen problemas para asegurar la transmisión del conocimiento a niños y jóvenes, pero lo que aquí ocurre no tiene parangón entre los principales países de la UE.

Todo empezó a mediados de marzo con la declaración del estado de alarma y la orden de confinamiento colectivo. Nadie estaba preparado para ello, la comunidad educativa, tampoco.

El profesorado, en un encomiable intento de afrontar el problema, se puso a trabajar telemáticamente con los consabidos obstáculos derivados de la falta de material informático de miles de alumnos y la gran variedad de circunstancias familiares.

La orden taxativa del Ministerio de Educación fue que no se «avanzara materia» ¿Qué se hace cuando se sigue dando clase sin ver nuevos contenidos? La respuesta la dio Carmen Suárez, consejera de Educación del Principado: se ahonda en la misma materia.

Desescalada

Mientras duró la fase de confinamiento poco se pudo hacer, pero cuando empezó la desescalada (4 de mayo) y el resto de sectores productivos recuperaron la actividad, la educación siguió confinada.

El Ministerio de Educación consideró que el curso había quedado finalizado a mediados de marzo y preparó las disposiciones oportunas para normalizar la situación con exámenes y evaluaciones artificiales.

En Alemania, el 4 de mayo se inició el retorno a las aulas. Aunque hay 16 länder (Estados federados) que tienen las competencias educativas, Ángela Merkel dictó la orden. El curso finalizó a finales de junio en algunos länder, y en otros se prolongaron las clases en julio.

En Francia, el 11 de mayo comenzó el retorno voluntario (no hubo amenazas de quitar la patria potestad a los padres) a colegios e institutos. Se crearon grupos más pequeños, con los niños rotando por las aulas, dando prioridad a los que contaban en su casa con menos recursos.

En Italia, se declaró el aprobado general sin que se reanudaran las clases. A efectos prácticos, el fin de curso en España fue como en Italia, pero envuelto en hipocresía: no hubo aprobado general, pero el suspenso quedó proscrito.

El verano fue un tiempo de cigarras, no de hormigas, y ahí estamos ahora con la educación presencial alterada con cuarentenas grupales que se prolongan en el tiempo, porque entre hacer el test y comunicar el resultado, pasan tres días.

Sin reglas

En ese contexto, la ministra, Isabel Celáa, preparó un real decreto-ley, que fue convalidado esta semana por el Congreso de los Diputados, que no limita el número de de asignaturas suspensas para obtener los títulos de la ESO y el Bachillerato. En la Cámara, la ministra dijo que los equipos docentes son los más competentes para decidir por su cuenta si el alumno alcanzó los objetivos de la etapa escolar. De esa forma se consagra la desigualdad, porque dos alumnos con los mismos méritos tendrán distinto resultado según sea el equipo que los evalúe.

Aunque Celaá no lo sepa, las normas están hechas para aportar objetividad y no quedar al albur del subjetivismo de cada cual. Dejo a un lado el mensaje corrosivo que se manda a los alumnos sobre la importancia del trabajo y el esfuerzo. Al igual que hizo en primavera, la ministra de Educación deslegitima al Estado, al no hacer uso de sus competencias para establecer un marco normativo para todo el territorio nacional; traslada, teóricamente, la competencia a las comunidades autónomas, para acabar dejándola en manos de funcionarios concretos que podrán decidir sin atenerse a ninguna norma. La ministra acepta que la opinión sustituya a la ley.

El Gobierno llama a adaptar los currículos y flexibilizar las condiciones de evaluación, titulación y promoción en todas las etapas de la enseñanza no universitaria por culpa de la pandemia.

Dicho de otra manera, cuando se llevan cuatro o cinco semanas de clases, la ministra da por hecho que estamos ante otro curso fallido, que exige reducir el temario y dar por suficientes los conocimientos que adquieran los alumnos.

Grave

Esto es muy grave. Los fallos en la Educación se padecen diez años más tarde. Hay unas edades precisas para adquirir conocimientos que no se pueden aplazar. No podemos esperar a que el próximo informe Pisa detecte que los alumnos de quince años en España tienen déficit en todas las áreas de conocimiento.

Somos los más afectados por la pandemia, los que sufriremos una mayor caída de PIB, y vamos camino de ser un país con la educación estancada.

Ante la inhibición de la ministra, el Principado no puede dar por bueno el destino que nos tienen reservado. El actual curso escolar tiene que llevarse adelante sin rebajar la exigencia, porque los alumnos vienen de un semestre de vacaciones. No se puede ceder ni un metro.

Si la pandemia exige recurrir a fórmulas extraordinarias de aprendizaje, que requieran más esfuerzo por parte de todos, se toman las medidas precisas. Para hacer dejación de poder ya está Celaá.

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por JUAN NEIRA

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