El próximo miércoles se inicia el debate de la moción de censura presentada por Vox. La iniciativa, cuando se hizo pública, sorprendió a todos porque un partido que tiene 52 diputados, sin negociar con nadie, pretendía recabar el apoyo del Congreso de los Diputados para presidir el Gobierno. Es de sobra conocido que los redactores de la Constitución optaron por un modelo de moción de censura de corte constructivo de tal forma que si la censura logra el apoyo mayoritario de la Cámara no se provoca ningún vacío de poder, porque un presidente cesa y, en el mismo acto, resulta automáticamente elegido el que encabeza la moción. Si Sánchez sale rechazado, Abascal se convierte en el presidente del Gobierno de España. De las propias características de la moción de censura en España se deduce que solo debe encabezarla el líder de la oposición, si se quiere plantear una alternativa real de gobierno.
Vox dijo que iba a presentar una moción de censura a lo largo de septiembre, asegurando que no tenía por qué presidirla Santiago Abascal, dando como argumento que renunciaban al protagonismo y solo les preocupaba tumbar a Pedro Sánchez. De esa forma pasaron de presentar una moción de censura de imposible éxito a entrar de lleno en la astracanada: convertir en presidente –se supone que de no ser Abascal sería Casado– a alguien que no ha expresado su voluntad de serlo cuando presentaron la moción. Sin posibilidad alguna de obtener éxito con la iniciativa parlamentaria, toca preguntarse qué objetivo buscaba la cúpula de Vox cuando hicieron el anuncio.
La finalidad de la moción es ganar protagonismo en el debate nacional en un momento en que el Gobierno sufre un fuerte desgaste provocado por la crisis sanitaria y por las consecuencias económicas derivadas de la pandemia. Vox obtendría relevancia a costa del PP. Abascal, a costa de Casado. Estamos en presencia de una moción de censura que no pretende cambiar de gobierno, sino avanzar hacia el ‘sorpasso’ en la derecha.
La iniciativa de Abascal no ha levantado expectativas, ni ha logrado que el debate político gire en torno a ella. Aquí y ahora lo que está sometido a controversia es la elección, y en consecuencia la composición, del Consejo General del Poder Judicial. Como en todos los asuntos importantes (Cataluña, pensiones, presupuestos de Estado, estado de alarma, etcétera) para España, la solución pasa por el acuerdo entre Sánchez y Casado. Como no hay entendimiento entre los dos líderes los problemas se acumulan.