No hubo sorpresas. La dirección regional del PP se atuvo al guion y Teresa Mallada fue elegida por unanimidad presidenta del PP asturiano. La nueva lideresa se marcó como principal objetivo lograr un partido más unido y con mayor implantación territorial, que sea representativo de la sociedad asturiana y gane elecciones. La diana está perfectamente dibujada. Ese es el reto que tiene por delante. La falta de unidad fue un cáncer en la organización asturiana desde tiempos históricos con dirigentes enfrentados que tiraban teóricamente del mismo carro. El mal viene ya de los tiempos de Isidro Fernández Rozada y Francisco ÁlvarezCascos, pasando por Sergio Marqués, Ovidio Sánchez, Gabino de Lorenzo, Isabel Pérez Espinosa o Pilar Fernández Pardo, hasta llegar a Mercedes Fernández y Teresa Mallada. Ahora que cuenta con la bendición de la dirección nacional del PP, Teresa Mallada haría bien en pacificar el partido, poniendo coto a los protagonismos personales y sus nefastas consecuencias de celos y envidias destructivos. La pauta es clara, nadie debe conspirar contra la jefa, y la jefa no debe valorar a los afiliados en función de meras lealtades personales.
La división del partido fue una de las razones por las que el PP obtuvo resultados muy pobres en las cuatro últimas elecciones autonómicas y las tres últimas municipales. Una división interna que posibilitó la dispersión del voto de la derecha, dando paso a cuatro partidos parlamentarios que se disputan los escaños en la misma franja ideológica. Me inclino a pensar que los reiterados triunfos socialistas en las urnas se basan más en errores del PP que en aciertos del PSOE. La nueva presidenta ya anunció algunos nombramientos en el equipo de dirección. Sale David González Medina, el lugarteniente de ‘Cherines’, de la vicesecretaría de Organización. Aunque es asesor de la eurodiputada Isabel Benjumea, dicen que el cesado tenía como meta ser alcalde de Gijón. Me extraña, porque no sé de dónde iba a sacar los votos.
José Manuel Rodríguez González será quien se ocupará de la vicesecretaría de Organización y se crea otra, la de Formación, de la que se encargará Paloma Gázquez. Un nombramiento acertado. Gázquez fue la primera dirigente en Asturias en apoyar a Pablo Casado cuando el político palentino competía con De Cospedal y Santamaría por el liderazgo en el PP. Otorgar responsabilidades concretas a Gázquez en el equipo de dirección es un ejemplo de integración. Para unir es preciso integrar.