En la primera jornada de la moción de censura presentada por Vox, Santiago Abascal realizó una crítica demoledora sobre la actuación del Gobierno de España y tuvo que encajar el contraataque del presidente del Gobierno, que no mostró piedad hacia él. El resto de la sesión estuvo ocupado por las intervenciones de los grupos minoritarios, donde las descalificaciones entre sus portavoces, particularmente los nacionalistas, y Santiago Abascal fueron de ida y vuelta.
Una moción de censura extraña, porque ningún diputado ajeno al grupo parlamentario de Vox respaldará la iniciativa presentada por Abascal. La única duda estriba en saber el sentido del voto del PP, que oscila entre el no y la abstención. No quieren decir públicamente lo que van a votar porque no hay unanimidad en las filas del PP, reflejo de la disparidad de criterios que existe entre las figuras relevantes de la derecha política, social y mediática. Cuando hayan transcurrido unas semanas se verá que es indiferente la opción que escojan porque la abstención es un rechazo. Como fue un rechazo la abstención de Pedro Sánchez y el grupo parlamentario socialista, cuando Podemos presentó una fantasmal moción de censura al Gobierno de Rajoy (junio de 2017). Entonces no se quería hacer presidente a Pablo Iglesias,como nadie quiere, ahora, convertir en presidente a Abascal.
Lo único que se sustancia en el debate de la moción es la posible recomposición de fuerzas en el seno de la derecha. Hay dos detalles que lo revelan. El tono cansino con que leyó Pedro Sánchez su intervención evidencia que no se jugaba nada. Su único interés consistía en destacar el pasado ‘pepero’ del líder de Vox, para que parezca un colega de Pablo Casado. Por su parte, Abascal tuvo buen cuidado en no nombrar a Ciudadanos en la primera intervención de dos horas en que fijó posición sobre todos los asuntos. Pidió el voto al PP y al PSOE, pero dejó a Ciudadanos al margen. Con la vista puesta en el medio y largo plazo, el interés de la jornada estuvo en el largo discurso de Abascal donde expuso sin cortapisas el programa de la nueva derecha: China sustituye a Rusia en el papel de Lucifer; la Unión Europea es la combinación de las oligarquías degeneradas con el estercolero multicultural; Trump tiene razón. En clave doméstica: las comunidades autónomas sobran; habrá que escoger entre financiar pensiones o financiar el gasto autonómico; no hay que dar un euro a los partidos políticos. Ya hay alternativa si fracasa la moderación.