La moción de censura dejó como recuerdo las impecables intervenciones de Pablo Casado y, como consecuencia, el reacomodo del espacio político y electoral del centroderecha. El duro discurso del líder del PP contra Vox y Santiago Abascal ubica a su partido a medio camino entre el Gobierno de la izquierda y la derecha radical.
Se acaban las dudas en el PP entre los proclives a Rajoy y los añorantes de Aznar, ahora todos son ‘casadistas’ y se sienten moderados y centristas. La forma abrupta de distanciarse de Vox abre una fosa entre ambos grupos.
En esta cuestión, Casado tenía margen para alejarse de Vox sin dar paso a una guerra interna en el centroderecha. Lo tenía muy fácil, bastaba con haberse centrado en el ideario antieuropeo de Abascal, la admiración por Trump y la inquina a China: su frase «China tiene que pagar» es una copia del grito de Serrano Suñer en 1941: «¡Rusia es culpable!».
Romper
Amenaza al gigante asiático cuando las exportaciones españolas a ese país crecieron el 15,5% entre los meses de enero y julio, pese al frenazo de confinamiento. El PP no puede apoyar a un candidato que quiera gobernar desde esas coordenadas. Con ese argumentario tenía más que justificado el ‘no’, pero Casado quiso ir más allá y romper relaciones con Vox.
Pasadas las emociones de los discursos, toca preguntarse por la estrategia que va a desarrollar Casado para volver al Gobierno.
De sus palabras se deduce que asume el reto de llegar al poder por sus propias fuerzas, como hizo Rajoy en 2011. Aznar tuvo que pactar con el PNV y Jordi Pujol («hablo catalán en la intimidad»). En este punto, hay que resaltar que los grupos nacionalistas moderados actuaron como partidos bisagra, capaces de entenderse con gobiernos socialistas y populares. El PNV todavía apoyó los últimos presupuestos de Rajoy y, en la misma semana, se sumó a la censura de Pedro Sánchez contra el presidente del PP. Ahora bien, los partidos catalanistas, tras el convulso otoño de 2017, tardarán mucho tiempo en volver a apoyar la investidura de un candidato del PP.
El PP está acostumbrado a tener la exclusiva de la representación del centroderecha. Aznar hizo política en ese escenario y Rajoy solo tuvo la pequeña competencia de Rosa Díez hasta que apareció Ciudadanos en los comicios de 2015. Sin embargo, el retorno a esa situación es impensable para Casado, que primero tuvo que medirse con Ciudadanos y, ahora, con Vox.
En el discurso de la moción de censura culpó a Vox de trabajar para Pedro Sánchez al quitarle escaños al PP. Lo mismo ocurrió en la izquierda con Podemos, cuando en las elecciones de 2015 redujo la cuota electoral del PSOE a 90 diputados. Reprochar a otras formaciones que concurran a las urnas no es propio de un partido maduro.
Casa común
Si se quiere recuperar el poder sin recurrir a alianzas dentro del mismo espacio político hay que apostar por la estrategia de la ‘casa común’. Abrir los brazos para que vuelva el hijo pródigo. En Asturias, los dirigentes del PP han hablado alguna vez de ello, con la mirada puesta en Foro.
No se dan las condiciones ambientales para que los militantes de Vox ingresen mayoritariamente en el PP. Estamos en un escenario político polarizado, donde los radicales de los bandos se encuentran muy cómodos. El público que les vota no piensa en opciones moderadas. Lo más parecido a la casa común que puede construir Casado es extender las candidaturas de España Suma a más provincias.
Por otra parte, Ciudadanos está en una clave transversal de entendimiento con el PSOE, aunque desde la izquierda le respondan con desaires.
Sobre esta última cuestión me gustaría decir que los diputados de izquierda que alabaron a Casado esperan de él que a partir de ahora pacte con Sánchez. Un pacto de adhesión, se entiende. Si Casado arremete contra Sánchez es un antisistema, pero si lo hace Sánchez contra Casado es un hombre de Estado. La hegemonía cultural es de la izquierda y por eso Rufián u Otegui son socios respetables del Gobierno, mientras que Abascal es un fascista impresentable. Iglesias es constitucionalista, pero Abascal es un franquista.
Solo desde esa hegemonía cultural y política se puede entender que el enorme fracaso del Gobierno en la gestión de la pandemia no le haga perder al PSOE porcentaje de voto en las encuestas. Haberse lavado las manos desde junio y aparecer ahora alarmado por la extensión del incendio no tiene coste para Pedro Sánchez.
Bloque
Es probable que Casado tenga en la cabeza el método aplicado por Rajoy para llegar sin aliados al poder: esperar que Zapatero se consumiera gestionando la crisis económica. No debe soñar Casado con esa estrategia. Entonces el bipartidismo reunía el 90% de los escaños. Si uno caía, el otro gobernaba. Y se guardaban las formas.
Ahora la Cámara está fragmentada y el debate fuertemente polarizado. Antes de hundirse, sectores del Gobierno, como Podemos, harán una ofensiva ideológica y social intensa que recargará de energía a Vox.
Ante la imposibilidad de que prospere la alternativa salvífica de la gran coalición (PSOE-PP), la clave para llegar al poder consiste en liderar un bloque. La derecha radical será tan necesaria para que Casado gobierne como es la izquierda radical para Sánchez.