Desde aquellos meses en que el Gobierno solicitaba al Congreso de los Diputados permiso para prorrogar cada quince días el estado de alarma, Ciudadanos negocia con el Gobierno. Los acuerdos sobre las prórrogas sirvieron para engrasar el posterior pacto sobre la «nueva normalidad». Pedro Sánchez aprovechó la mano tendida que le ofrecía Inés Arrimadas para ampliar el número de aliados. Más allá de los diez diputados del partido naranja, Ciudadanos le brindaba a Pedro Sánchez la oportunidad de tener un socio constitucionalista, verdadera excepción entre el bosque de siglas que va desde los independentistas, hasta los antisistema, pasando por los republicanos. Cuando llegan las elecciones es muy atractivo poder presentar un socio centrista y defensor inequívoco de la Constitución.
Inés Arrimadas empezó la negociación de los presupuestos diciendo que los socialistas debían de escoger entre el modelo de Pablo Iglesias o el del partido naranja. Al ver que los podemitas redactaban las cuentas con el PSOE, rebajó su nivel de objeción hasta situarlo al de ERC. El presidente debía escoger entre las huestes de Junqueras o Ciudadanos. Una vez que el grupo parlamentario de Rufián aclaró que iba a votar los presupuestos, Arrimadas sigue negociando, sin considerarse incompatible con nadie. No hay líneas rojas. Desde el partido naranja afirman que con su presencia en la negociación han evitado que ERC arrancara más concesiones al Gobierno. Este objetivo me parece prácticamente imposible de alcanzar, porque ERC ha logrado todo lo que se ha propuesto, hasta despojar al castellano de su condición de lengua oficial del Estado.
El presupuesto incorpora una subida de impuestos (IRPF, IVA, Sociedades, Patrimonio, Impuestos Especiales) como la de 2012, pese a que el partido naranja había hecho bandera de mantener la presión fiscal; prevé que la economía crezca el próximo año más del doble de lo que anuncia el Banco de España; realiza un programa de gasto desaforado y sitúa la deuda en el 120% del PIB. Por muy buena voluntad que tenga Ciudadanos, apoyar esos presupuestos implica dañar la imagen del partido. La estrategia de Arrimadas era razonable, pero se ha encontrado con unas cuentas que responden a la medida y los gustos de Unidas Podemos. La negociación ha servido para dar cohesión al Gobierno y reforzar sus lazos con los partidos nacionalistas. Si Ciudadanos da el visto bueno a las cuentas alza un obstáculo para recuperar el electorado perdido.