Tras las manifestaciones de Alfonso Guerra y Juan Carlos Rodríguez Ibarra criticando la entente entre el Gobierno y Bildu, Adriana Lastra ha salido a la palestra para decir que «siempre escucho atentamente a nuestros mayores, pero ahora nos toca a nosotros; somos una nueva generación a la que le toca dirigir el país y la dirección del PSOE». La vicesecretaria general del Partido Socialista muestra respeto por figuras representativas del periodo más largo de hegemonía de los socialistas en España (Alfonso Guerra ganó once veces seguidas las elecciones generales en Sevilla y Rodríguez Ibarra fue presidente autonómico de Extremadura en seis legislaturas consecutivas), pero recuerda que estamos en otro periodo distinto donde gobierna el mismo partido, pero con los dirigentes correspondientes a esta época. Es evidente que los socialistas veteranos, al igual que la opinión pública española, conocen perfectamente que Pedro Sánchez se hizo de forma democrática con el liderazgo del partido y que la candidatura por él encabezada también resultó ganadora en las dos últimas elecciones generales, haciéndose con la Presidencia del Gobierno en sesiones de investidura en las que contó con el apoyo de diputados de otros grupos parlamentarios.
Todo esto es tan sabido como indiscutible. Lo que someten a debate Guerra e Ibarra es la cuestión de las alianzas y más, en concreto, la pertinencia del pacto entre PSOE y Bildu. En este asunto la dirección socialista ha ido cambiando de argumento, desde decir que la culpa del acuerdo la tenía el PP por no apoyar los presupuestos, hasta a lanzar la idea de que es un acierto incorporar a Bildu a la tarea de cooperar en las instituciones, para finalizar negando el pacto porque no hubo nada más que una votación de Bildu en contra de las enmiendas a la totalidad de los presupuestos.
Resulta difícil de entender que primero se aceptara, implícitamente, la hipótesis del pacto y ahora se diga que no hay nada de nada. En cualquier caso, la controversia empezó por unas declaraciones de Otegi en las que avanzaba que Bildu, en principio, iba a apoyar los presupuestos porque el Gobierno estaba receptivo a sus propuestas. Bildu siempre rechazó los proyectos de cuentas del Estado. No es un grupo que en el Congreso de los Diputados preste apoyos altruistas al gobierno de turno. Si se cobra perspectiva, lo que late en el debate es la inquietante sensación de que no hay líneas rojas para el Gobierno, con la excepción de Vox, por supuesto.