Cuando se habla sobre los presupuestos de entes territoriales (Estado, comunidad autónoma, ayuntamiento), tanto sea entre políticos como en conversaciones de calle, se piensa siempre en gastos e inversiones. Se puede argüir que se recauda dinero de familias y empresas para poder gastar e invertir en cuestiones necesarias para la sociedad. En los debates sobre los presupuestos se dice que tal partido no tiene ideas porque no presenta programas de gasto o proyectos de inversión deslumbrantes. Siendo cierto todo lo anterior, los ingresos fiscales constituyen los cimientos del edificio presupuestario. De nada vale tener grandes objetivos si no hay dinero para costearlos. Para el próximo año, el Principado contará con 4.200 millones de euros entre ingresos tributarios y transferencias de otras administraciones. El conjunto del presupuesto no andará lejos de los 5.000 millones, lo que supone un nuevo récord en el periodo expansivo en que se encuentran las cuentas públicas desde hace años.
Las grandes instituciones internacionales –FMI, Banco Mundial, OCDE, BCE– aconsejan, ahora, gastar sin miramientos para evitar la recesión. Ante la brusca desaceleración del sector privado, causada por las estrategias seguidas contra la pandemia, se recomienda que el sector público tome el relevo y haga de locomotora de la nación. Las comunidades autónomas tienen permiso para gastar sin ningún techo que lo limite. El Principado no va a ser una excepción. Al margen de estas consideraciones, el gasto autonómico crece forzosamente impulsado por las necesidades sanitarias. En menor medida también contribuye a ello el incremento del gasto educativo, al contratar a más profesores para atender a un mayor número de clases producto del desdoble de aulas.
Por último, la ayuda a sectores económicos no esenciales (hostelería, pequeño comercio) acrecienta el gasto. Junto a los ingresos fiscales y las transferencias, hay que añadir la amortización de las deudas (595 millones) y los intereses financieros (40 millones). En resumen 635 millones destinados a un capítulo que ha ido creciendo año tras año. Pedimos préstamos para gastar más de lo que tenemos y luego hay que devolverlos con intereses. Tenemos más para el presente a costa de hacer más angosto el futuro. El 50% de los jóvenes no encuentra trabajo, y pese a ello heredarán las deudas que suscribimos. Ya sé que este año está todo permitido, pero nuestra afición a vivir del dinero ajeno viene de lejos.