En la Junta General del Principado se aprobó un nuevo endeudamiento por 75 millones de euros para poder financiar el gasto extraordinario derivado de la lucha contra la pandemia. Un gasto de obligada realización porque los servicios sanitarios se usan intensivamente, como lo prueba el hecho de que haya más de 20.000 profesionales contratados. También en la educación se recurrió a un aumentar la nómina de profesores para poder utilizar la estrategia de los grupos burbuja que evitan los contagios masivos cuando se infecta un alumno. Las ayudas dadas a los trabajadores autónomos, en primavera, y los 33,3 millones para hostelería, pequeño comercio, turismo, etcétera, forman igualmente parte del gasto sobrevenido. Es lógico que la comunidad autónoma incurra en déficit y, por lo tanto aumente la deuda. Acudir al crédito para hacer frente a necesidades imperiosas es algo que hacen los gobiernos de todas las ideologías, tanto sean liberales, socialistas o populistas.
Lo que no es de recibo es que en épocas de bonanza, cuando crece la recaudación fiscal con fuerza, tengamos que acudir a los bancos, como si no supiéramos que ese dinero hay que devolverlo con intereses. Es una forma egoísta de mejorar el presente sacrificando el futuro. El que venga detrás que arree. Por esa razón tenemos ya más de 5.000 millones de deuda. La crisis económica de las hipotecas ‘subprime’ empezó en 2008 y terminó el último trimestre de 2013. En ese momento teníamos una deuda de 2.675 millones.
Hasta el pasado mes de marzo estuvo creciendo la economía y, sin embargo, la deuda aumentó a un ritmo cercano a los 400 millones anuales durante buena parte del periodo de bonanza. Me parece correcto recurrir al déficit, pero no cuando los ingresos del Principado son suficientes. El sistema de vivir permanentemente de prestado se corresponde con el discurso de la demagogia.