El mensaje de Nochebuena de Felipe VI había levantado más expectación que nunca. Algunos portavoces de los partidos que forman la mayoría parlamentaria habían tratado de presionar al monarca exigiendo que hablase claro. Se referían implícitamente a la figura del Rey emérito. También se insinuó que el Gobierno necesitaba que el jefe del Estado hiciera referencias explícitas a la institución monárquica para el plácet al discurso. En ese contexto se confeccionó la intervención navideña. Con la pandemia, como hilo conductor del discurso, Felipe VI pronunció su mensaje más social, poniendo el foco de atención en enfermos, desempleados o trabajadores; y dejando titulares en esa dirección: «Los jóvenes no pueden ser los perdedores de esta situación»; «la crisis económica no puede derivar en crisis social»; «(hay) que contar con las personas»… Avanzada la intervención tocó el tema candente, al señalar que los principios morales y éticos obligan a todos y que están por encima de consideraciones personales o familiares. Pese a las presiones, Felipe VI realizó el discurso que creyó conveniente sin hacer concesiones.
La respuesta del sector minoritario del Gobierno (Unidas Podemos) y sus socios (PNV, Bildu, ERC) fue más dura que en anteriores ocasiones. El PNV reprochó al monarca que no hiciera referencias a su padre de una forma directa. Bildu también criticó la falta de referencias a la corrupción en la casa real. Olvidan ambos que Felipe VI dejó al Rey emérito sin responsabilidades institucionales, le retiró la asignación presupuestaria, renunció a su herencia y aceptó la petición del Gobierno de forzar su salida del Palacio de la Zarzuela, donde había residido durante los últimos 58 años. ¿Les parece que esas medidas no son una forma radical de separar su reinado de la etapa de don Juan Carlos? ¿Actúan igual los partidos políticos con dirigentes relacionados con prácticas económicas irregulares o sólo se limitan a suspenderles de militancia cuando se ven incursos en un sumario judicial?
Lo más sorprendente de las críticas es que no se centraron, prioritariamente, en la figura del Rey emérito, sino en un aspecto del discurso que no debería ser conflictivo para nadie, al asegurar Felipe VI que los avances de la democracia se hicieron tras «un largo periodo de enfrentamientos y divisiones». Para Podemos, ERC o Bildu, ese planteamiento es un intento por blanquear la guerra civil. Qué desquiciada está la vida política de este país.