La inminencia del pleno sobre los presupuestos en la Junta General del Principado ha dado origen a un choque dialéctico entre los dos principales partidos del centroderecha, PP y Ciudadanos. El coordinador del partido naranja en Asturias, Nacho Cuesta, ha calificado de errática la política del PP, en el marco de la negociación presupuestaria, y Pablo González, portavoz adjunto de los populares en la Cámara autonómica, relaciona las declaraciones de Cuesta con su deseo de ser consejero en el Gobierno de Adrián Barbón
Las manifestaciones de ambos son un tanto superficiales, pero ilustran sobre el distanciamiento de estos dos partidos. En 2019, año electoral por excelencia, en el que hubo, entre otras convocatorias, dos elecciones generales, la entente entre PP y Ciudadanos no admitía dudas. La alianza se inició en las elecciones andaluzas de diciembre de 2018 y formó parte de la línea estratégica de ambos grupos hasta que Inés Arrimadas ocupó el sillón que había dejado vacío Albert Rivera. Desde entonces, Arrimadas busca el entendimiento con Pedro Sánchez para retornar a su partido al centro. La sangría de votos hacia el PP y Vox aconsejaba mudar de ubicación. Las próximas elecciones catalanas constituyen el primer test sobre el giro de Ciudadanos.
Si en Asturias se reproducen las estrategias de la política nacional, el único socio de relevancia que tendría el PP, en el futuro, sería Vox. Un aliado que Casado no contempla y que tiene en nuestra región el problema añadido de la personalidad de su portavoz, Ignacio Blanco, un político con criterio propio y poco dado a hacer seguidismo de posiciones ajenas. Así como en la anterior legislatura las desavenencias estaban en la izquierda (PSOE versus Podemos), en el actual mandato se han traslado a la derecha, pese a que todos los grupos de ese espacio político, menos Vox, se orientan hacia el centro.