Las declaraciones de Pablo Iglesias comparando a Puigdemont, y su círculo de fugados, con los republicanos españoles exiliados han levantado estupor e indignación entre la clase política. Supongo que el fundador y máximo líder del partido morado tendrá una idea exacta o aproximada de lo que fue el exilio, me refiero a las personas que lo integraron, las razones que tenían, el régimen político que sucedíó a la Segunda República y los avatares vividos por los españoles del éxodo una vez que se vieron forzados a marchar de España. No hay posible equiparación entre su odisea y la peripecia de Puigdemont. La dignidad del exilio no encuentra eco en la cobardía de Puigdemont, que pretexta ir a ver un partido del campeonato de fútbol de Liga entre el Girona y el Real Madrid para salir atropelladamente por la frontera y acabar instalándose en una confortable mansión de Waterloo. Con un capitán así no se puede pedir heroicidades a la tropa, por eso el ejército independentista fue testigo de una declaración unilateral de independencia de menos de un minuto de vigencia. Por eso al día siguiente de aplicar el artículo 155 de la Constitución en Cataluña la bandera española ondeaba en lo más más alto del mástil del palacio de la Generalitat y ningún consejero del Ejecutivo independentista hizo acto de presencia en su despacho oficial, salvo Josep Rull, que llegó con cara de despistado y a la media hora salió corriendo. No hay posible equiparación entre personas honorables y un señor que animó a la resistencia y huyó antes de que empezara la batalla. Si no fuera por los efluvios narcotizantes del discurso independentista, resulta difícil de creer que la base social de ese grupo lo tenga como referencia cuando sus consejeros están en la cárcel. Con un tipo así no se puede ir a ningún sitio.

Pablo Iglesias ensalza la figura de Puigdemont, para ponerla a la altura de Azaña o Machado, porque es una pieza importante para su estrategia política. El grupo parlamentario de Unidas Podemos constituye la décima parte del Congreso de Diputados. Es un grupo mediano tirando a pequeño. Su importancia en la política española viene determinada por su participación en el Gobierno de Pedro Sánchez. En muchos casos, ese tipo de alianzas duran una legislatura porque de las urnas salen distintos equilibrios. Con la vista en el medio plazo, Iglesias trata de formar un bloque con el independentismo catalán y Bildu que lo mantenga en el poder. Rescatar a Puigdemont es cuestión de supervivencia.