El hombre de la semana es Salvador Illa, por su doble condición de gestor de la tercera ola y ganador virtual de las elecciones catalanas, tal como adelantó, en primicia, el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) de Félix Tezanos.
Ministro de Sanidad y candidato electoral autonómico son dos cometidos que no tienen nada que ver, pero se revelaron unidos esta semana, hasta el punto de tomar decisiones transcendentes como ministro en función de su interés electoral en Cataluña.
El 1 de enero, el Gobierno de Francia adelantaba la decisión de establecer el toque de queda, en los quince departamentos más castigados por la pandemia, a las seis de la tarde. De seis de la tarde a seis de la mañana.
Toque de queda
Bajo la apariencia de un ligero cambio horario se escondía el intento más certero de compatibilizar salud y economía de todos los ensayados en la Unión Europea a lo largo del último año.
Se dejaba vía libre para la actividad económica –con independencia de que algunos sectores se mantuvieran cerrados: teatros, cines, museos– y al acabar la jornada laboral había que recluirse en casa.
Un modelo mixto que trataba de mantener los beneficios para la salud que deparó el confinamiento domiciliario en España –marzo, abril y mayo– y las ventajas para la economía de la nueva normalidad. Una apuesta por compatibilizar la sociabilidad laboral e impedir la transmisión comunitaria (domicilios, bares, etcétera).
Los presidentes autonómicos, únicos responsables en España en la lucha contra la pandemia ante el desistimiento del Gobierno, tomaron pronto nota del experimento francés.
Alfonso Fernández Mañueco, presidente de Castilla y León, anunció el adelanto del toque de queda a las ocho de la tarde. Inmediatamente saltó Salvador Illa para decir que era ilegal interponiendo recurso ante los tribunales. Asombra que el ministro de la Salud no haga nada por la salud de los españoles y le falte tiempo para obstaculizar las iniciativas que surgen de las regiones.
Mañueco era solo el exponente de un sentir colectivo. Illa, para aliviar presión, declaró el lunes pasado que el confinamiento domiciliario no era posible, pero que se podía flexibilizar el toque de queda.
El pasado martes, el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña estimó las medidas solicitadas por el PSC contra el aplazamiento de las elecciones en Cataluña, decretado por la Generalitat, y reabrió la carrera hacia las urnas del 14 de febrero. El miércoles, en el Consejo Territorial de la Salud, el ministro-candidato se negó en redondo a cambiar la hora del toque de queda.
El cambio súbito de opinión tuvo como objetivo hacer viables los comicios catalanes. No se puede estar en el colegio electoral a una hora que la ley obliga a estar en casa.
El Principado solicitó reformar el decreto de alarma para poner el toque de queda a las seis de la tarde. Impedir la actividad social de seis de la tarde a diez de la noche tiene un efecto sobre los contagios ya demostrado, pero Illa tiene otras prioridades. El ministro de «salvavidas» le da la espalda a la lucha contra la pandemia, porque su prioridad son los votos.
Se podrá criticar la política del Principado en la gestión de la crisis sanitaria, pero fue el único Ejecutivo autonómico que pidió el confinamiento domiciliario en otoño, volvió a solicitarlo tras las Navidades, y esta semana se sumó a la estrategia de adelantar a media tarde el toque de queda. En ningún caso contó con el amparo del Gobierno de Pedro Sánchez, pero defendió la postura que era más beneficiosa para la salud de los asturianos.
Según el CIS de Tezanos, Illa va a ser el gran beneficiado del hundimiento de Ciudadanos. El partido naranja, ganador de los últimos comicios, perderá más del 50% de sus escaños, entre 21 y 23 se irán a otros grupos. Lo que no migre para el PSC irá para Vox, que adelantará al PP, aunque este último mejorará su último registro con la ganancia de tres diputados.
En el campo nacionalista fuerte caída del exiliado Puigdemont (JxCat). Su discurso rupturista se transforma en votos para la Cup, que duplica o triplica el número de escaños. ERC queda como estaba. Entre unos y otros, como centauro de cabeza catalanista y cuerpo español, En Comú Podem gana algunos diputados.
De las urnas saldrá una aritmética que permite articular el gobierno tripartito, PSC-ERC-En Comú Podem. El modelo ansiado por Iceta y necesario para Sánchez. La duda está en que ERC acepte jugar un papel subalterno en el tripartito. Es pronto para ir tan lejos.
Salvavidas
Quedémonos con Salvador Illa, el hombre que pone zancadillas a los gobiernos autonómicos, sin decir una palabra más alta que otra. El misterio para mí está en cómo una persona tan gris, que no despega el mentón del cuello de la camisa, puede ser un gran candidato electoral.
Alcalde de pueblo, director general en el Ayuntamiento de Barcelona, gerente de una empresa pública de cultura, y coordinador, secretario de organización y otras muchas más cosas en el PSC. Ese currículum no da para sacar más allá de unos miles de votos.
El ministro que fracasó en la centralización de las compras sanitarias, el político que naufragó en las tres olas, va a ir a las urnas con la ventaja inestimable de haber estado cientos de horas ante los televidentes con cara seria y ceño fruncido. El salvavidas apaña votos.