Oblanca reconoce que tuvo desavenencias políticas y personales con Cascos. Durante muchos años fue un cargo público (concejal, senador, diputado autonómico, diputado nacional) de la máxima confianza del expresidente asturiano. La absoluta fidelidad al jefe sirvió para hacerlo depositario de misiones delicadas. Oblanca le debe mucho a Cascos, su larga carrera parlamentaria no hubiese sido posible sin la intervención del exministro de Fomento, pero el agradecimiento debe ser mutuo, porque Oblanca cumplió con cometidos que otros hubiesen rechazado. Una relación tan intensa genera roces y desencuentros que conducen al inevitable punto final. Como afiliado de Foro, Oblanca expresa el deseo de «tratar de recuperar la normalidad». Aspira a ser un diputado que tenga una relación sin aristas con la dirección del partido.

En sus diez años escasos en las instituciones, Foro tuvo una mínima representación en Madrid, pero suficiente para hacerse oír. Hasta la fecha, las posiciones de los diputados (Sostres, Oblanca) estaban supervisadas, controladas y, quizás, decididas por Cascos, y a partir de ahora deben ser debatidas con la dirección del partido. Foro tiene unas posiciones muy distintas a las de hace diez años, aunque, curiosamente, sin que haya provocado un debate político interno. Lo lógico es que la nueva línea se haga visible en Madrid.

Oblanca confiesa un asunto clave: «Asumo mis contradicciones». Muchas veces he pensado que la mejor definición del hombre o de la mujer es «animal con contradicciones». El resto de la fauna no las tiene. Solo el hombre moderno sabe integrar posiciones contrarias. Toda la dirección de Foro, colectivamente e individualmente, tienen contradicciones, con excepción de los dogmáticos o enajenados por un ideal. Por asumir sus contradicciones Oblanca es la persona idónea para representar a Foro en Madrid.