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Juan Neira

LARGO DE CAFE

CATALUÑA ARROJA PISTAS

El resultado de las urnas en Cataluña permite abrir una reflexión sobre el futuro de la política española y asturiana. Partamos de lo que allí ha sucedido.

Respecto a los comicios de 2017, el independentismo ganó cuatro escaños que pierde el constitucionalismo. El dato es algo engañoso, porque lo verdaderamente importante es que los dos partidos que encabezaron el “procés” y gobernaron Cataluña, ERC y Junts x Cat, perdieron un diputado: sumaban 66 y ahora suman 65.

Tras tres años de parálisis institucional, pese a explotar el victimismo de los líderes encarcelados o exiliados (Oriol Junqueras, Puigdemont), el discurso separatista pierde eros.

La Candidatura de Unidad Popular (CUP) fue la opción que ganó los nuevos escaños para el independentismo. Es una plataforma anticapitalista que propugna la salida de la UE y del FMI, así como dejar de pagar la deuda. Como medida más urgente plantea un cambio radical en los Mossos d’Esquadra. La mitad de los afiliados rechaza entrar en el nuevo Ejecutivo. Un grupo así de “zumbados” sólo puede  tener un protagonismo anecdótico en la historia de Cataluña.

El bando constitucionalista es el más interesante para el análisis, al darse en él los mayores cambios con respecto a las elecciones precedentes y dado que sus resultados arrojan pistas para futuras elecciones generales y autonómicas.

CIUDADANOS

Hay argumentos propios de la política catalana que explican lo sucedido. Por ejemplo, el hundimiento de Ciudadanos tiene que ver con el nulo papel jugado por Arrimadas en las instituciones catalanas pese a haber sido la gran triunfadora en los comicios de 2017. No se presentó como candidata a la investidura y, luego, de acuerdo con Albert Rivera saltó al Congreso de los Diputados.

No obstante, la caída de 36 diputados a 6 recuerda mucho el batacazo en las últimas elecciones generales, cuando Ciudadanos pasó de 57 a 10. De encarnar el voto crítico de la derecha hacia el PP pasó a quedarse sin guión. Los esfuerzos de Arrimadas por ubicarse en el centro y pactar con Pedro Sánchez han sido baldíos. La repetida huida del electorado indica que ha dejado de ser un partido útil. A partir de ahora las aspiraciones de la derecha se van a expresar a través de dos partidos, PP y Vox, como ocurre con la izquierda.

Esta constatación tiene mayor importancia en la política asturiana que en la española, porque en el Congreso de los Diputados, Ciudadanos tiene el 2,8% de los escaños, mientras que en la Junta General del Principado representan el 11%.

El otro gran cambio en el panorama catalán es la victoria del PSC. En ella tuvo un peso el “efecto Illa”, pero creo que es un velo que oculta las razones de fondo que tienen que ver con la estrategia y la imagen que proyecta el socialismo de Sánchez.

SOCIALISMO

El PSC era el único partido que aspiraba a alianzas transversales –aunque en campaña lo negara para captar al electorado de Ciudadanos-, que es tanto como abrir una vía de entendimiento entre soberanistas y autonomistas. A la vez, tanto Sánchez como IIla dedican un gran esfuerzo para presentarse como representantes de la moderación entre dos bandos radicalizados: la foto de Colón y el grupo de izquierdistas e independentistas.

Todo esto puede parecer mero artificio -de hecho Sánchez es el presidente más inmoderado que tuvo España-, pero con un discurso medido y un sistemático cultivo de la imagen han alcanzado un objetivo que parecía impensable: no experimentar desgaste alguno tras tres años en el poder. En plena crisis sanitaria, con una caída del PIB del 11,1%, han ganado las elecciones catalanas y encabezan las encuestas de intención de voto en España.

En la actualidad, la marca socialista es la más sólida del mapa político español. La tendencia general coincide con las impresiones que se captan en la política asturiana, donde el PSOE de Adrián Barbón logró el acuerdo presupuestario más amplio de la etapa autonómica.

PP y VOX

Tras 41 años de elecciones en Cataluña, el PP ha logrado el peor resultado de la historia con 3 escaños. Sólo el fantasmal PSA de Rojas-Marcos estuvo por debajo con dos diputados en el primer “Parlament” de la democracia. El pésimo registro lo obtiene el PP cuando una fuerza con la que comparte electorado –Ciudadanos- se desprendió de 30 escaños. Los sufragios que se fueron del PP a  Ciudadanos, en 2017, han vuelto a migrar, pero esta vez hacia Vox.

La recomposición del espacio de la derecha es una realidad, con el creciente protagonismo de Vox a costa del PP y Ciudadanos. La clase política ha querido ignorar este hecho, sustituyendo el nombre del partido por referencias despreciativas hacia la extrema derecha.

Los hechos son tozudos, desde las últimas elecciones andaluzas  (diciembre de 2018) Vox no ha hecho otra cosa que ampliar su electorado. Es el tercer partido español y el cuarto en Cataluña, por delante de las huestes de Ada Colau e Iglesias. Que Illa esté dispuesto a negociar con los antisistema de CUP y descarte hablar con Vox es absurdo. Todos los intentos por establecer un cordón sanitario en torno al partido de Abascal han fracasado.

En una posición harto incómoda Casado ha optado por vender la sede de Génova, como lenitivo para los males del partido. Es tan necesario un PP  fuerte para que haya alternativa de poder que nos quedamos a la espera de una respuesta. Las ocurrencias van todas a la papelera.

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por JUAN NEIRA

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