La deuda comercial del Principado, es decir, lo que le debe a sus proveedores, ha aumentado fuertemente en un año, de los 99 millones de euros de antaño a los 145 de hogaño. Las razones son claras: por la vía de los impuestos recaudó 154 millones menos y gastó 180 millones más. La mitad del crecimiento del gasto se debió a la sanidad, por causas que están en la mente de todos. Fruto de ese doble cambio, menos ingresos y más gastos, la Consejería de Hacienda ha dilatado los pagos. La ley señala que se debe pagar a los proveedores en el plazo de treinta días desde que extienden la factura, pero el Principado está pagando, de media, a los 37 días. Antes de la pandemia lo hacía a los 26. Los políticos se refieren a situaciones como ésta diciendo que hay “tensiones de tesorería”, que no pasa de ser un eufemismo para evitar decir que no hay dinero en caja.
Al retrasar los pagos la Administración las tensiones de tesorería se las traspasa a sus proveedores, que son en muchos casos trabajadores autónomos que no pueden dilatar los desembolsos para sus propias compras (comida, mascarillas, cerveza, periódico, gasolina). En estos tiempos de trabajo intermitente por los cierres causados por la pandemia, las dificultades para mantenerse a flote crecen exponencialmente, pese al salvavidas que suponen los ERTE. El Principado hizo lo que no pueden hacer el fontanero, carpintero o taxista, recurrir a endeudarse, y de esa manera recibió 74 millones extra. Saquemos conclusiones.
El Principado carece de dinero para cubrir todo lo que dejaron de ingresar los gremios y las profesiones más perjudicados por la pandemia. Podrá dar ayudas por encima de los cien millones del fondo de rescate, pero será imposible enjugar las pérdidas íntegras de hostelería, turismo, comercios, peluquerías, etc. Otra cosa sería si no tuviese que pagar 105 millones más a los funcionarios por haberles reducido la jornada semanal a las 35 horas, pero ya se sabe que hay trabajadores de primera y de segunda. Todas estas cosas son elementales y las saben los 45 diputados de la Junta General del Principado, pero por razones que se me escapan ninguno las dice. Para salir de la penuria, la consejera de Hacienda, Ana Cárcaba, que sin duda es una persona optimista –las fotos no engañan-, suele decir que hay que reformar el modelo de financiación autonómica, pero en tiempos de pandemia el Estado también sufre merma de recursos. La única vía es recortar gastos heredados de la etapa de vacas gordas, que nadie toca.